Filosofía y cine: Michelangelo Antonioni

En su libro ´Comincio a capire´, Antonioni confesaba: «Detesto el papel de incomprendido. Si hay algo enigmático en lo que hago, es por error mío. Lo malo es que mis errores son, seguramente, lo más personal que hay en mis películas».
Estas eran las palabras de uno de los realizadores universales más controvertidos –y admirados– del cine, escritas hacia el final de su vida; una vida dedicada al cine y a la reflexión sobre la vida.
Michelangelo Antonioni, nacido en Ferrara en 1912, hijo de una familia acomodada, rodó en 1995 su último film ´Más allá de las nubes´, pero su primera realización intitulada ´Crónica de un amor´ se remonta a 1950. En toda su trayectoria de director de cine de autor, hay títulos como la trilogía ´La aventura´, ´El eclipse´, ´La noche´, seguida de ´El desierto rojo´, ´Blow-up´, ´El pasajero´ y ´Zabriskie Point´, filmes que dan cuenta de su prolífica carrera y de la marcada huella dejada en la cinematografía internacional.
Michelangelo Antonioni murió en 2007 luego de una grave enfermedad que lo había dejado imposibilitado para hacer más películas desde el año 2000. Ese año, la editorial milanesa Il Girasole Ediciones publicó sus textos personales bajo el título ´Comincio a capire´ (Empiezo a entender). Esos textos abarcan los 50 años de vida artística en el cine, trayectoria que ha influenciado fuertemente a muchos realizadores de la actualidad.
Dominados sus filmes por el silencio opresivo y el vasto paisaje terrenal, su temática subyacente parece ser la dificultad de las comunicaciones humanas y la insignificancia del drama humano sumergido en la indiferencia del universo. Una cosa es cierta: en los filmes de Antonioni jamás se encontrará una manifiesta militancia o una carga de mensajes implícitos. A propósito de ello, Antonioni escribió: «Cambiar el mundo, se escucha de continuo, hacerlo mejor. Pero si en el mundo está todo, todo el bien, el mal y lo contrario, ¿no basta eso?».
En sus textos tampoco podían faltar las anécdotas que ilustran las dificultades que tuvo Antonioni en hacer sus peculiares filmes; peculiares porque sus realizaciones nunca fueron sinónimo de éxitos taquilleros. En este sentido, Antonioni siempre contó con una fiel audiencia que esperaba ansiosa cada una de sus entregas, atraídos quizás por los planteamientos filosóficos implícitos en sus historias, además de un cierto aire cool que permeaba sus filmes, dotándoles de una dinámica de sofisticación; esto último ilustrado en su filme ´Blow-up´ que tiene lugar en el moderno Londres de los 60, considerada entonces como la capital del avant-garde cultural.

Una de esas anécdotas refiere a una situación ocurrida en el otoño de 1959 durante el rodaje de ´La aventura´, cuando la producción tuvo que parar debido a la falta de dinero y quedaron los integrantes del cast y producción inmovilizados en una fastuosa mansión siciliana donde filmaban algunas escenas. «Desde hace dos meses», escribió Antonioni, «no tengo noticias de los productores. No responden a las cartas, a las llamadas telefónicas, que además se realizan a través de un ridículo puente de radio realizado con dos viejos aparatos que quedan de la guerra».
De esa tortuosa espera surgieron varias ideas que luego fueron incorporadas a la película, entre ellas las escenas del opresivo aburrimiento de un sofisticado grupo de milaneses en Sicilia en una antigua mansión aristocrática, en la que los personajes principales se entregan a frivolidades mientras rumian vaguedades filosóficas y languidecen moralmente dentro del fastuoso aposento.
Con su film ´La aventura´ comienza también su relación con la que se convertiría en la musa de sus películas, la bella actriz Mónica Vitti. Una actriz cuya volubilidad actoral satisface las ambiguas demandas de los libretos del temperamental director italiano. La Vitti parece encarnar todos los estados de ánimo y sentimientos posibles de una clase media italiana abrumada por las frivolidades y la opulencia obtenidas durante la ola de prosperidad en la Italia de posguerra de los años 50.

Ya sea la vulnerabilidad emocional de la protagonista de ´El desierto rojo´, o el aburrimiento de la apática esposa del corredor de bolsa de ´El eclipse´, filme que protagonizó junto al francés Alain Delon, la Vitti conjuga toda la gama de sentimientos de una sociedad entregada a la frivolidad y el hedonismo desenfrenados.
Para toda una generación de actores, trabajar con Antonioni constituía el epítome de una carrera seria de actor. Por sus filmes desfilaron actores de la talla de Marcelo Mastroianni, Jeanne Moreau, Alain Delon, Richard Harris, Vanessa Redgrave, Jack Nicholson, y músicos desde Jimmy Page y Jeff Beck, hasta una ecléctica colaboración musical con Pink Floyd, el grupo británico de rock sicodélico que compuso la música de la célebre escena final de su película ´Zabriskie Point´.
Y tal parece que la vida actual refleja las observaciones que este director hacía 40 años atrás: la dificultad de las comunicaciones humanas, ya sea entre los amantes furtivos de ´La aventura´, como en la caótica escena cumbre de ´El eclipse´ en la Bolsa de Milán, filmada entre el griterío de los corredores de bolsa italianos.
Lo cierto es que Antonioni tenía un voraz apetito por el realismo: el realismo del hombre en la sociedad. De ahí su peculiar estilo de filmar con su ojo exacto por el detalle, los matices gestuales de sus actores, la importancia del paisaje, y la cadencia y profundidad de sus diálogos, incluyendo también el color en la cinematografía –como en el caso de su filme ´El desierto rojo´, donde podemos evidenciar la influencia de Mark Rothko–, llegando incluso Antonioni a colorear a mano la fotografía de algunas escenas interiores y exteriores –claves todas para descifrar sus intereses filosóficos y artísticos.
Se trate de imágenes generadas por el inconsciente o por la percepción poética, ambas instancias arrojan luz sobre las preocupaciones de Antonioni, el director, aquellas que él mira y siente y sobre las cuales impone cierto énfasis con el objetivo de descubrir una realidad oculta de la realidad que percibimos.
«Mis filmes son trabajos de búsqueda. No me considero un director que ha afianzado su profesión, sino uno que continúa su búsqueda y el estudio de sus contemporáneos. Estoy en la búsqueda de rastros de sentimientos de los hombres, y por supuesto de las mujeres también, en un mundo donde esos rastros han sido enterrados para dar paso a sentimientos de conveniencia y apariencia: un mundo donde los sentimientos han sido “publi-relacionados”. Mi trabajo es el de escarbar, es investigación arqueológica entre el árido material de nuestra época».
Una declaración reveladora y humilde para un artista de tan grande figura.
ARMANDO MOLINA
San Francisco, California
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▪︎ Publicado en revista ContraCultura, de El Salvador (17-06-2013).
▪︎ Publicado originalmente en el portal digital LatinoVisionSF.com, de California (06-11-2008)
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