Re-visiones de un nuevo siglo

FOTO: Armando Molina (ESA)

Es desde siempre que los latinoamericanos estamos empeñados en crear nuestra versión propia de la felicidad, una especie de “sueño latinoamericano” que aglutine las aspiraciones de todos nuestros pueblos. No obstante, vientos de tormenta soplan con violencia en América Latina en este nuevo siglo, y quizás aún desde sus orígenes. Los manotazos de la bestia ancestral retumban desde las entrañas de la tierra reclamando justicia, y sus ecos traen consigo destrucción, dolor y muerte.

A decir de nuestros ancestros mayas: es la voz de Kukulcán la que habla. Esto a lo mejor ha sido así desde el comienzo de esa búsqueda, y quizás forme parte consustancial de nuestra lucha por realizar ese sueño. Lo cierto sin embargo es que los vientos de hoy en día son ominosos ventarrones que no auguran nada bueno para las futuras generaciones latinoamericanas.

Violencia, corrupción, demagogia, terremotos, venalidad, mortandad infantil, destrucción ecológica, emigraciones de masas superfluas (como tiende a llamárseles en ciertos círculos), éstos son sólo algunos de los nefastos vocablos que desde hace varias décadas se han enraizado en nuestras sociedades y dado sus frutos malignos. Sus raíces son profundas. Y malsanas. Esto lo sabemos todos. Las cicatrices sobre la tierra todavía sangran mientras otras nuevas se le infligen. Entonces nos preguntamos: ¿es todavía posible la fe, entre toda esa desesperanza y miseria?

Hace algunos años, los lemas y consignas eran el saludo cotidiano en nuestros países; la violencia física e intelectual era la orden del día: o eras de los nuestros, o no existías. Macabras alternativas. Fueron años difíciles aquellos. Y se sufrió mucho entonces. En esos días lo necesario para vivir era obtener una pizca de decencia entre el cruel fragor de la guerra fratricida. Y sin embargo ahora años más tarde, por sobre la memoria de aquellos sacrificios, por sobre todas las lágrimas de los últimos 500 años, y entre los gritos de dolor ahora perdidos en los pasadizos de nuestra historia, las miasmas de la discordia aún emponzoñan nuestros corazones… ¿Es todavía posible la esperanza?

Los practicantes de las ciencias sociales modernas —esas inútiles y nada optimistas materias— diagnostican toda suerte de síntomas y malestares que retuercen las entrañas de nuestras sociedades contemporáneas. Agudos análisis se discuten sobre el predicamento de nuestras ya no tan jóvenes naciones y sobre el rumbo a tomar hacia ese sueño que siempre parece eludirnos; mientras, otros se desgañitan hablando de concordias, jubileos y pactos sociales. Pero tras sus consideraciones técnicas y sus irrealizables promesas populistas, no se ofrecen alternativas viables ni novedosas; las recetas casi siempre son las mismas: grandilocuentes, fríamente técnicas, y crípticas: la vida humana sometida a la exactitud de la lógica… Muchos de nuestros mejores hombres fenecieron en la búsqueda del anhelado sueño.

Sí, hemos esperado por años el advenimiento de ese Nuevo Hombre latinoamericano. Pero ese ser mitológico aún no llega a nuestras tierras.

Es posible que ese hombre haya muerto y hoy sólo sea un fantasma. Al igual que su sueño.


ARMANDO MOLINA
San Francisco, California

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Publicado en revista VOCES (04-21-2001).


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