“La literatura salvadoreña actual tiene el germen de un cambio inevitable”: Conversación con Armando Molina
Facsímil de la Entrevista publicada originalmente el 3 de febrero de 1996 en el Suplemento cultural 3000. Diario Co-Latino de El Salvador, Centro América. |
Por LUIS ALVARENGA, Editor, Suplemento Cultural Tres Mil de El Salvador
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Luis Alvarenga: (L.A.): Recientemente publicaste con Martivón Galindo, Imponiendo Presencias: Breve antología de Otros narradores expatriados. Si esos son los "otros", ¿quiénes son los unos?
Armando Molina (A.M.): Diríamos que son aquellos que entran en el canon establecido norteamericano: los mismos autores mexicanos, sudamericanos y centroamericanos que ya conocemos. Tratamos, entonces, de alejarnos de ese canon. Por eso buscamos la palabra Otros. El libro trata de alejarse de lo obvio y lo conocido, y acercarse a esos autores que no han tenido mayor predicamento con el público lector. Ello no implica necesariamente que sean desconocidos, o que no tengan oficio, o que sean nuevas voces. Esa antología es un reconocimiento al oficio, a los oficiantes de la lengua.
L.A.: El término expatriados me remite a Roque Dalton: "Por ser expatriado yo, tú eres expatria".
A.M.: Es cierto. Es curioso que eso les haya llamado la atención a ustedes en El Salvador. Igual cosa pasó en los Estados Unidos. El término tiene una connotación básica: el hecho de que haya individuos que no quieran retornar a sus patrias de origen, porque han encontrado otras formas de vida. Hay quienes son expatriados por razones políticas, otros por razones económicas... por una razón específica y muy personal de los autores, éstos tomaron la decisión de establecerse fuera de su patria. Ese fue, hasta cierto punto, uno de los parámetros que establecimos al trabajar en el anteproyecto del libro: El hecho de que todos tuvieran que ser expatriados en el sentido de vivir y trabajar fuera de su patria.
L.A.: De los once narradores, cuatro son salvadoreños...
A.M.: En la antología le dimos mayor preponderancia a los salvadoreños, porque siempre vamos a la cola de los sudamericanos o mexicanos. Esta vez somos nosotros los que damos la oportunidad. Y ha funcionado, porque el libro ha dado de qué hablar en los Estados Unidos. Entre febrero y marzo, no recuerdo con precisión la fecha, hay una presentación del libro en la Universidad de Berkeley, que es "su debut académico".
L.A.: ¿Cómo ves la producción literaria de los salvadoreños que viven en los Estados Unidos y la que se escribe aquí?
A.M.: La producción literaria de los salvadoreños en los Estados Unidos está adquiriendo un cariz más –odio usar la palabra– profesional, en cuanto a narrativa. Sin embargo, sigo a la búsqueda de narradores de oficio. Cuando digo "de oficio", me refiero a un individuo preocupado por el quehacer de escritor, que está en constante bregar con el oficio de escritor, que está en una búsqueda permanente de los recursos que lo hagan mejor escritor. Me refiero, con ello, a un individuo que está buscando nuevas formas de decir los mismos temas. Esa búsqueda –sea la experimentación del lenguaje, o de nuevas formas– es donde radica el oficio, el métier, como dirían los franceses, como decía Julio Cortázar. Teniendo en cuenta la narrativa que se hace acá –me remito solamente a la narrativa, pues son muchas las voces poéticas– puedo decir que la narrativa que están haciendo los que están fuera del país está en otra búsqueda, en otra experimentación. No necesariamente en otro nivel, pero sí con otras necesidades. Ya no es la retórica política o el anquilosamiento académico los que predominan, sino la experimentación a nivel de oficio. Por otro lado, pienso que aquí hay mucho talento narrativo, pero también existe mucho divisionismo. Y eso es una verdadera lástima.
L.A.: En otra ocasión vos afirmaste que aquí hay un gran número de voces poéticas –o que pretenden serlo–, pero que son pocos los que alcanzan el oficio poético. ¿Se toma esto del oficio muy a la ligera en El Salvador?
A.M.: No creo que ninguna de las voces poéticas se tomen el oficio a la ligera. Mi apreciación es que, aunque hay gran cantidad de voces poéticas, es cuestionable el grado de compromiso que tienen. Ahí radica todo. Yo tengo una frasecita que viene al caso: "Porque al llegar a ser, ya es lo mismo". Media vez uno llegue a adquirir cierto nivel alto de oficio, eso se convierte en algo que es necesario romper. Las "vacas sagradas" ya no van a ningún lado. Su función ha cesado. Están ahí para ser transgredidos. Son los parámetros por transgredir, en otras palabras.
L.A.: Por lo que has visto en la literatura salvadoreña de este momento, ¿se está tomando esa actitud transgresora o se está siendo conservador de esos parámetros establecidos?
A.M.: No, no. Al contrario. Esta vez que vengo, siento el germen de un cambio inevitable. Me pregunto, sin embargo, quiénes serán los protagonistas de ese cambio. Alguien tiene que serlo. Una cosa es que esos elementos de cambio estén en el aire y otra cosa es concretar ese cambio. Pienso que es cuestión de ciertos individuos, en cuyas manos cae esa misión de generar las transformaciones. Es necesario entrar en el proceso –de nuevo la palabra odiosa– de profesionalización: de antologar, de empezar a establecer un diálogo cultural, a darle un perfil más serio a la literatura. Por ejemplo, quienes escriben en el Suplemento Tres Mil tal vez no se han dado cuenta de la magnitud del proyecto que tienen entre manos. Que lo sigan haciendo como ahora, pero llegará un momento en que sentirán que están en la capacidad de hacer otra cosa. Pero esto pasa por un nivel de profesionalismo, de visión, de preparación. No se trata de sólo llegar a pegotear los cuentos que me envían, sino de adquirir una metodología, un criterio editorial. Hay quienes empiezan a alejarse de lo obvio, de lo conocido, para entrar en una búsqueda distinta, que va más allá, con una visión nueva de lo mismo.
L.A.: ¿Cuán difícil es para un centroamericano, para un salvadoreño, publicar en los Estados Unidos?
A.M.: Es altamente difícil. No sólo porque vamos a contracorriente en lo tocante al lenguaje, sino porque no existe un interés vital hacia la literatura y las artes centroamericanas de parte de la academia estadounidense. Tenemos que ser entonces protagonistas de los cambios. No podemos dejárselos al gobierno o a terceros.
Editorial Solaris, con Ediciones del Norte, Arte Público, la Universidad de Arizona (que empezó a publicar textos bilingües) junto a otras que se me escapan, son las únicas que publican literatura centroamericana. Solaris cuenta con doce títulos, siete de los cuales son "ediciones de autor", es decir, tirajes pequeños que un autor quería para sí mismo. Ahora nos perfilamos con una cosa más amplia.
L.A.: ¿Qué proyectos tiene la editorial?
A.M.: Publicar, por ejemplo, una antología de narradoras salvadoreñas, que creo no se ha hecho todavía. También publicar un libro de arte salvadoreño en el exilio, agrupando al mayor número de artistas plásticos, nuevamente, expatriados.
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** Imagen cortesía del escritor César Ramírez ´Caralvá´
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