VOCES: Bertold Brecht

Bertold Brecht fotografiado en su estudio en Berlin circa 1920.

Bertolt Brecht es más conocido por su rica y diversa dramaturgia, por sus estudios teóricos acerca del teatro –tan polémicos como renovadores de la escena moderna– y por su incansable labor como director del Berliner Ensemble, que le otorgó la fama y se convirtió en el laboratorio de trabajo dramático más importante de Europa en el siglo XX. Existen sin embargo su labor intelectual y su ideología artística, que definen más fielmente a Bertolt Brecht el escritor, el poeta, el pensador y dramaturgo, una de las figuras más formidables de la literatura universal.
— Armando Molina

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▪︎ Bertolt Brecht

(1920 - 1929)
SOBRE EL ESCRIBIR

Escribo a los jóvenes que todavía no están corrompidos, como yo, que escribo todas las mañanas, porque me he entregado a este vicio, más taimado y más sanguijuela que el morfinismo. Aún no estoy completamente abandonado a él, es decir, tengo otros vicios también, casi tan malos, y escribo sólo cuando me parece que se me ocurre algo; conmigo no pasa aún al revés. Para mí son todavía más importantes las cosas que el catálogo, no me dan espasmos aun cuando no puedo tener algo; mando todavía dentro de mi piel. Sé que mi garganta es mejor que mi canto; también las cosas a las que canto son mejores. Todavía no "tengo" que escribir como tantos que, a pesar de todo, no pueden escribir.

SOBRE EL ESTILO

La cuestión de qué cosa escribe un hombre esta tarde a las dos, a diez grados, treinta y cinco minutos y algunos segundos de longitud este de Greenwich y a ciertos grados de latitud, es menos delicada que la de qué cosa escriben Kurt Hiller y toda la serie de pequeños redentores casquivanos. Pero hay hombres buenos y honestos que tienen el desvarío de tomar en serio la literatura, no únicamente en casos excepcionales: éstos un mal día ya no querrán saber tampoco nada de los casos excepcionales, hastiados de la literatura. Todo esto mermaría nuestros ingresos. ¡Confío en que ustedes sabrán disculparme por escribir sobre esta gente, tan necesaria como yo mismo!

(Agosto, 1920)

Para escribir una novela no estoy todavía lo bastante maduro. Para ello hace falta haber madurado sobre todo el trasero: tener las sentaderas curtidas. Y luego hay que alimentar opíparamente a todos los sentidos: los ojos, los dedos, la nariz, necesitan comida. Los puntos básicos más importantes son las simples descripciones de escenas y situaciones, que sacan a relucir lo más interno de ellas, el goce de lo concreto (¡no de lo problemático!) ¡Esto no es nada para sibaritas impacientes y viajantes de comercio!

En ocasiones me asalta el pensamiento de que mis trabajos son tal vez demasiado primitivos y pasados de moda o torpes y demasiado poco audaces. Busco nuevas formas a mi alrededor y experimento con mis sentimientos, como hacen los más jóvenes. Pero siempre vuelvo a la idea de que la esencia del arte es simplicidad, grandeza y sentimiento, y la esencia de su forma, frescor. Esto está mal expresado, lo sé.

DE LA LITERATURA ALEMANA

Los alemanes presumimos mucho de nuestra seriedad, tenemos la opinión de que lo contrario de seriedad es ligereza, y condenamos la ligereza. Hay pueblos que tienen otras opiniones.

Consideramos al humor un método malo y cómodo de aproximarse a las cosas. Damos por entendido que las cosas dan siempre motivo de preocupación y que nuestra apreciación de ellas es acertada. Esperamos que se nos tome más en serio de lo que nosotros mismos somos. Sentimos una profunda desconfianza por todo lo que anda ligero; nos invade enseguida la sospecha de que la persona ligera hace hincapié en su «ligereza» y no precisamente que la persona es mejor, sino que su trabajo es peor.

Ahora bien, otros pueblos están de acuerdo con nosotros en que las cosas pueden exigir seriedad, e incluso creen necesario tomar en serio cosas que nosotros consideramos cómicas (porque nosotros tenemos ideas crasas de lo cómico; en nuestro país el humor está representado por los clowns), y quisiera creer que lo hacen en virtud de su humor.

El humor es un sentimiento de distancia.

He leído que a un inglés, por principio, no se le ocurre hacer valer sus opiniones si no forman parte del asunto. Nosotros estamos habituados a asimilar de inmediato ciertos puntos de vista y entregarnos luego al material alegremente, o más bien, seriamente. Tragamos la salchicha con tripa y todo; nos tapamos la nariz cuando se trata de asuntos del vientre. Dios es el culpable de los síntomas de intoxicación; hace las salchichas y los vientres.

Sorprendentemente nuestra literatura no tiene puntos de vista. Si se lee a Kipling o a Hamsun, el material es en esencia distinto, así como también el punto de vista, pero tras el material está el hombre situado en un punto perfectamente visible, y el hombre es lo principal. Él expone su juicio, falso o correcto, es decir, a nuestro gusto o no; es un hombre que nos permite tomar partido respecto a él y observarlo cuando escribe. Tal parece que el hombre no se toma tan en serio a sí mismo como toma las cosas.

¡Santo Dios! Nada es tan cómico como la seriedad de los muertos a la que se presta, por ejemplo, el furioso Kasimir. Y lo cómico de aquellos lectors que en cambio lo toman en serio, a él y a su papel impreso, no están en absoluto a la altura de su propia comicidad. Este pedante está ahí sentado y no duda de la divinidad de su inspiración y transpiración, y con la izquierda suelta una bofetada a todo aquel que se atreva a reírse de lo que su derecha escribe, del profundo respeto que el loco Schmidt siente por su papel. Porque es como si oliera a sudor en vez de a cola, a sudor de oveja.

Esto ocurre porque hemos decidido que el humor pertenece al infierno, si bien no podemos dudar de que gobierna los cielos.

ALTERNATIVA PARA EL ARTE

En este tiempo de decisiones, el arte también debe decidirse. Puede convertirse en el instrumento de unos pocos, que actúan como dioses, decidiendo el destino de la mayoría y exigiendo una fe ciega frente a todas las cosas, y puede colocarse al lado de la mayoría poniendo su destino en sus propias manos. Puede entregar a los hombres a estados de embriaguez, a ilusiones, a maravillas, y puede entregar a los hombres el mundo. Puede aumentar la ignorancia y puede aumentar la sabiduría. Puede apelar a los poderes que manifiestan su fuerza en la destrucción, y a los poderes que manifiestan su fuerza en la solidaridad.


© Bertold Brecht Stiftung 
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