Reflexiones en voz alta para el nuevo milenio ▪︎ Martivón Galindo
ARTE: Martivón Galindo (ESA). ´Silenciada´. Monotipo. |
Reflexiones en voz alta para el nuevo milenio
Por MARTIVÓN GALINDO
¿Entramos al nuevo milenio más sabios o simplemente más tecnológicamente avanzados? En el caso de Latinoamérica entramos a la postmodernidad sin haber llegado completamente a la modernidad, y quizás por esa misma razón somos naturalmente postmodernos en la co-existencia de lo nuevo y lo antiguo, la cultura indígena y la mestiza, lo tradicional y lo moderno, el arte y la artesanía.
Los Tlamatinime, u hombres sabios precolombinos, los shamanes, los iniciados, los maestros, hablan de una práctica de vida alejada del planteamiento puramente de ideas. Los aztecas se referían a los españoles como popolocas, que quería decir bárbaros por sus acciones, sus vicios y ambición desmedida por el oro. ¡Qué ironía para los que se consideraban a sí mismos civilizadores!
En la cultura occidental el saber se ha creído encontrar solamente en la repetición de datos y conocimientos que se aprenden en las universidades, es decir, en la erudición. Ha existido una lucha entre las llamadas "civilización" y "barbarie", que llevó a países como Argentina con las ideas de Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX, la política de puertas abiertas al immigrante europeo que llevara "la civilización", y a mirar con menosprecio y exclusión al indígena, al negro y al mestizo inculto. En toda América, los descendientes de las culturas precolombinas si no han sido despreciados, ignorados y acusados de ser el problema de sus naciones, han sido explotados e utilizados para el turismo y el color local. Su culpa: mantener su cultura, hablar otra lengua, no perder su identidad, ser diferentes.
El mundo postmoderno, que quiere pasar una niveladora, demanda seres homogéneos, con aspiraciones a una sola lengua, pero especializados en algún ensamblaje mecánico particular y sin creatividad. Cada vez más el mundo exige que los individuos nos convirtamos en un montón de chibolas de colores en un solo recipiente cumpliendo una función específica, individuos separados de todos los demás. Para la postmodernidad, la utopía es una reliquia del pasado; pero sin ella ¿a qué podemos aspirar?¿a la conformidad? ¿a la aceptación? ¿al fatalismo?
Para nuestros antepasados americanos no existía separación entre ciencia, arte y religión; todo era una misma cosa y cumplía un mismo objetivo: la armonía universal. Entramos al nuevo milenio globalizados económicamente, es decir, las grandes compañías transnacionales pueden tener negocios donde les sea más favorable a sus intereses económicos, abriendo las puertas a un capitalismo más brutal y sin reglas ni fronteras; mientras tanto, una mayoría de seres humanos seguirán muriendo en una pobreza infame o existiendo sin esperanzas y sin una verdadera participación en el poder. La globalización derrumba las fronteras, pero los muros suben para separar a los que quieren ingresar al primer mundo como immigrantes a los Estados Unidos o a Francia, como estudiantes de minorías a las universidades. Los grandes cambios en el mundo han impuesto un nuevo análisis ante la presión del poder global de las transnacionales. En Latinoamérica llegamos al tercer milenio con la ficción de democracia impuesta, sin soluciones sociales y económicas a la realidad presente.
La tecnología también ha hecho desaparecer las barreras del tiempo y el espacio, y hoy podemos ver un evento como los funerales de la princesa Diana a llevarse a cabo a las ocho de la mañana en Inglaterra, simultáneamente por transmisiones satélites en los Estados Unidos. Podemos obtener respuestas inmediatas por medio del correo electrónico a preguntas formuladas a miles de millas de distancia. Y sin embargo no sabemos como comunicarnos frente a frente con una persona de otra cultura diferente. Utilizamos la energía conducida por cables, pero nos olvidamos de la que nuestro cuerpo físico y espiritual es capaz de emanar y transmitir. Porque la tecnología también ha sido enemiga del universo, destruyéndo, contaminando y convirtiendo el mundo en un infierno.
Al final del milenio los estudiantes pueden encontrar en el internet información de cualquier tema que necesiten para sus tareas. La información está al alcance del que sepa manejar el nuevo lenguaje computarizado y del que tenga el poder adquisitivo para comprar el equipo necesario. El problema es qué hacer con esa información, para qué fines utilizarla, cómo nos hace mejores seres humanos.
Los Tlamatinime, u hombres sabios precolombinos, los shamanes, los iniciados, los maestros, hablan de una práctica de vida alejada del planteamiento puramente de ideas. Los aztecas se referían a los españoles como popolocas, que quería decir bárbaros por sus acciones, sus vicios y ambición desmedida por el oro. ¡Qué ironía para los que se consideraban a sí mismos civilizadores!
En la cultura occidental el saber se ha creído encontrar solamente en la repetición de datos y conocimientos que se aprenden en las universidades, es decir, en la erudición. Ha existido una lucha entre las llamadas "civilización" y "barbarie", que llevó a países como Argentina con las ideas de Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX, la política de puertas abiertas al immigrante europeo que llevara "la civilización", y a mirar con menosprecio y exclusión al indígena, al negro y al mestizo inculto. En toda América, los descendientes de las culturas precolombinas si no han sido despreciados, ignorados y acusados de ser el problema de sus naciones, han sido explotados e utilizados para el turismo y el color local. Su culpa: mantener su cultura, hablar otra lengua, no perder su identidad, ser diferentes.
El mundo postmoderno, que quiere pasar una niveladora, demanda seres homogéneos, con aspiraciones a una sola lengua, pero especializados en algún ensamblaje mecánico particular y sin creatividad. Cada vez más el mundo exige que los individuos nos convirtamos en un montón de chibolas de colores en un solo recipiente cumpliendo una función específica, individuos separados de todos los demás. Para la postmodernidad, la utopía es una reliquia del pasado; pero sin ella ¿a qué podemos aspirar?¿a la conformidad? ¿a la aceptación? ¿al fatalismo?
Para nuestros antepasados americanos no existía separación entre ciencia, arte y religión; todo era una misma cosa y cumplía un mismo objetivo: la armonía universal. Entramos al nuevo milenio globalizados económicamente, es decir, las grandes compañías transnacionales pueden tener negocios donde les sea más favorable a sus intereses económicos, abriendo las puertas a un capitalismo más brutal y sin reglas ni fronteras; mientras tanto, una mayoría de seres humanos seguirán muriendo en una pobreza infame o existiendo sin esperanzas y sin una verdadera participación en el poder. La globalización derrumba las fronteras, pero los muros suben para separar a los que quieren ingresar al primer mundo como immigrantes a los Estados Unidos o a Francia, como estudiantes de minorías a las universidades. Los grandes cambios en el mundo han impuesto un nuevo análisis ante la presión del poder global de las transnacionales. En Latinoamérica llegamos al tercer milenio con la ficción de democracia impuesta, sin soluciones sociales y económicas a la realidad presente.
La tecnología también ha hecho desaparecer las barreras del tiempo y el espacio, y hoy podemos ver un evento como los funerales de la princesa Diana a llevarse a cabo a las ocho de la mañana en Inglaterra, simultáneamente por transmisiones satélites en los Estados Unidos. Podemos obtener respuestas inmediatas por medio del correo electrónico a preguntas formuladas a miles de millas de distancia. Y sin embargo no sabemos como comunicarnos frente a frente con una persona de otra cultura diferente. Utilizamos la energía conducida por cables, pero nos olvidamos de la que nuestro cuerpo físico y espiritual es capaz de emanar y transmitir. Porque la tecnología también ha sido enemiga del universo, destruyéndo, contaminando y convirtiendo el mundo en un infierno.
Al final del milenio los estudiantes pueden encontrar en el internet información de cualquier tema que necesiten para sus tareas. La información está al alcance del que sepa manejar el nuevo lenguaje computarizado y del que tenga el poder adquisitivo para comprar el equipo necesario. El problema es qué hacer con esa información, para qué fines utilizarla, cómo nos hace mejores seres humanos.
ARTE: Martivón Galindo (ESA). ´Encantamientos´. Monotipo. |
Los indígenas de América han vivido cerca de todo el universo que les rodea, pidiendo permiso a la tierra para gozar de sus frutos, agradeciendo al sol por su calor, disculpándose con los animales cuando necesitan utilizarlos. Los llamados civilizados hemos hecho todo lo contrario. El humano del mundo occidental se sintió dueño del universo y hoy, a final del milenio, sufrimos las consecuencias del abuso de este poder sobre todos los elementos.
Los libros sagrados de todas las religiones y de todos los tiempos han sido escritos por sabios, maestros, tlamatinimes que nos han dado claves para vivir y para vencer la muerte. Los gemelos Hunacpú y Xbalanqué del Popol Vuh, libro sagrado de los Maya Quiché, bajan a Xibalbá, el mundo de las tinieblas, de los muertos y salen vencedores de todos los obstáculos, convirtiéndose desde entonces en el sol y la luna que desde el cielo nos marcan el día y la noche. Los humanos hemos bajado a las profundidades de los infiernos de la guerra, del uso de químicos letales en diversas regiones del globo, de la sistematización de la tortura, de la permanencia del hambre, la enfermedad y la peste en este siglo; pero ¿hemos aprendido de ellos y hemos salido vencedores para iluminar el nuevo milenio con una verdadera sabiduría de vida?
Existen casos extraordinarios por los que continuamos creyendo en la humanidad y en sus conquistas tecnológicas, como el movimiento Zapatista de Chiapas, donde el pasado y el presente, el mundo indígena y la tecnología del mundo occidental se unen para trabajar por la causa de los de otra manera olvidados; como la creación de organismos de derechos humanos por cuyas investigaciones y denuncias se ha podido detener vejaciones o encarcelamienos en algunos casos, y en otros, conocer nuestra trágica historia; como los movimientos de las mujeres, quienes están reflexionando y exigiendo su lugar en el mundo; como la actividad de un movimiento ecológico mundial.
La resistencia a la homogenización y a la globalización viene dada también a través de la reafirmación de la cultura de la diversidad de grupos étnicos, a través del arte y del humor que permite la ironía de las situaciones sin que nos autoconmiseremos y autodesvaloricemos, aprovechando la tecnología para comunicar mejor nuestras diferencias ahora que el mundo se ha internacionalizado. Los latinoamericanos necesitamos dejar atrás las posturas del colonizado al identificarnos con el colonizador, y ser capaces de ver la riqueza de nuestro mestizaje: indígena, africano, europeo. Todo es importante en la variedad y vastedad del universo: piedras, flores, animales y estrellas son parte integral de la armonía y el equilibrio necesario y bello.
ARTE: Martivón Galindo (ESA). ´Una niña triste´. Monotipo. |
Si los dioses, madre-padre de vida, participantes ambos en la creación, de acuerdo al Popol Vuh, se equivocaron las primeras veces en el material que ocuparon para crear al ser humano, hasta dar, a la tercera prueba, con el maíz como material natural adecuado, ¿no podríamos nosotros los humanos rectificar nuestra llamada sabiduría a la entrada del tercer milenio y mirar hacia el pasado sin idealizarlo sino aprendiendo de él, y reflexionar en el presente y preguntarnos si realmente estamos en el camino y cumpliendo el objetivo para el cual los dioses nos pusieron en este universo?
Los latinoamericanos llegamos al nuevo milenio con la desilusión y la desesperanza de no haber podido ver realizadas muchas utopías revolucionarias que se soñaron y a las que se sacrificaron muchas vidas en los años sesenta, setenta y ochenta; con la pérdida de la noción de estado que ha traído la apatía en la participación social y política. Tal vez deberíamos entrar al milenio entendiendo, a nuestra conveniencia, la globalización como cultura de la masa de la población latinoamericana, y unificar la administración y difusión de nuestra América mestiza y su riqueza cultural, para tener un frente común no político sino cultural ante el mundo (ejemplo de esto lo ha dado la Comunidad Europea con un consejo de ministros de cultura). Debemos intentar lograr el poder latinoamericano por medio de la cultura, reconociendo que tenemos una quinta columna latinoamericana dentro de Estados Unidos, que funciona en una manera dual con una identidad cambiante, haciendo la función de puente pero también de bisagra para las relaciones muchas veces tormentosas entre el país del norte y Latinoamérica.
Cuando estemos conscientes de lo necesarios que somos todos dentro del todo, de cómo los niveles aparentes, sean sociales o humanos, se interdependizan unos con otros, y comprendamos que hay una relación entre todo lo existente: naturaleza y seres humanos, arriba y abajo, entonces podremos dar la bienvenida al Sexto Sol, la nueva alba del mundo.
MARTIVÓN GALINDO, poeta, narradora y pintora salvadoreña. Profesora emérita de Holy Names University de California y colaboradora editorial de revista VOCES de California. Es la autora del libro Retazos, publicado por Editorial Solaris de San Francisco, y de La tormenta rodando por la cuesta, ambas publicadas en California.
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▪︎ Publicado originalmente en revista VOCES de California en 2002.
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