LIBROS: Retazos, la experiencia de ser mujer

Retazos
de Martivón Galindo
Editorial Solaris
San Francisco, California
1996. 112 pp.
Por MARÍA ROSA CAMPENY QUERALT
Defense Language Institute
Martivón Galindo, pintora, narradora, y poeta salvadoreña, artista completa, acaba de publicar un volumen al que ella ha puesto el título de Retazos. En este libro Galindo reúne relatos y poemas que reflejan la experiencias pasadas y actuales, percepciones de niñez, adolescencia y juventud en su país natal, así como su vida de inmigrante en los Estados Unidos. Galindo nos brinda un personaje a la vez entero y resquebrajado, como atestiguan las bellas ilustraciones creadas por ella misma, que iluminan y enriquecen el volumen y le prestan un patetismo que nos agarra y nos mueve a leer de nuevo lo que la autora nos cuenta.
El libro está dedicado a la madre, a la abuela y al hijo, a los que agrega las que compartimos la experiencia de ser mujer. Hija, nieta y madre trasplantada ahora a los Estados Unidos, Martivón Galindo trae a su relato recuerdos, nostalgias y resentimientos, felicidades y dolores en un collage interior, entrañable. Jorge Kattán Zablah llama a este collage de Martivón Galindo «recuento de vivencias» y "recuento" aquí quizá sea sinónimo de inventario en lo que el vocablo tiene de inventar; es decir, crear.
Uno de los primeros poemas del libro se titula Palimsesto Mujer, y en él Galindo se presenta como la última mujer, superpuesta sobre muchas otras que ella misma ha ido borrando y pintando de nuevo, una encima de otra. Lo que ocurre, como en los palimsestos, es que en realidad nada queda borrado del todo.
A Martivón Galindo la prepararon para ser esposa y madre, con juguetes de niña, labores de señorita, misa en el pensionado a las cinco de la mañana; una futura perfecta casada para el siglo XX: dama cristiana de la sociedad salvadoreña. Pero no: la señorita Galindo en el poema Mujer ha calado en el destino donde el peso de las tradiciones todavía aplasta. El poema termina con un grito: "Mujer, el mundo es ancho, redondo, maravilloso y,... nuestro."
La autora alterna poemas y prosas y, en su decir, habla de lo que nos rodea a todos este fin de siecle americano. Habla al principio del nacimiento de su hijo, evento estelar en la vida de cualquier mujer, pero Galindo nos lo brinda como viñeta entrañable. Más adelante, en otra viñeta, nos habla del hijo ya hombre, con ternura irresistible.
Martivón Galindo vive en California.. Ella es una semiburguesa arrepentida y exiliada. Ese exilio, o más bien inmigración, se refleja en un largo poema titulado Shopping Center, casi en la mitad del libro, que representa un mural viviente en el que todos nos reconocemos, pintura real y caricatura, a medio camino entre Diego Rivera y Andy Warhol.
La experiencia norteamericana aparece en todo el libro: en la Carta a un amigo, entre los recuerdos llenos de nostalgia, en la evocación de la tierra natal Patria soy yo, en el poema Sanfranciscanos, con un colofón de añoranza y de un querer volver allá. Y casi al final, en el baile con el macho-man que zarandea a su pareja hasta dejarla hecha papilla, la autora parece pintar un Toulouse-Lautrec en la discoteca.
No hay duda de que en esta obra late el anhelo de una nueva condición en la existencia de todas la mujeres del planeta. Sin embargo, el feminismo de Martivón Galindo, aunque en sentido en su hondón de mujer, percibe el poder de tradiciones ancestrales y de vínculos humanos innegables. Parece que ambos no sólo son imposibles de borrar sino que también en el fondo nadie está realmente dispuesto a romperlos.
Galindo posee una prosa precisa, efectiva, transparente, aunque a veces pareciera que asesta puñetazos, pero siempre es elegante; en su escribir hay ironía, ternura, compasión, protesta, rechazo y acogimiento, todo ello mesurado, nunca estridente.
| María Rosa Campeny Queralt, crítica catalana. Ha reseñado numerosos libros de autores centroamericanos. Por muchos años se desempeñó como docente en el Defense Language Institute de Monterrey, California.
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