La provincia de Guatimala ▪︎ Fray Bartolomé de Las Casas
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Versión artística del Tlatoani y guerrero quiché, Tecún Umán, del Reino de Guatimala, a la llegada de los españoles al Istmo centroamericano. |
■ El texto ha sido transcrito del libro original escrito en castellano antiguo, "Brevisima relación de la destrucción de las Indias, colegida por el obispo don fray Bartolomé de las Casas o Casaus", publicado originalmente en 1552 en España.
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Llegado al dicho reino, hizo en la entrada del mucha matanza de gente, y no obstante esto, salióle a recebir en unas andas con trompetas y atabales y muchas fiestas el señor principal con muchos señores de la ciudad de Utatlán, cabeza de todo el reino, donde le sirvieron de todo lo que tenían, en especial dándoles de comer cumplidamente y todo lo que mas pudieron.
Aposentáronse fuera de la ciudad los españoles aquella noche, porque les pareció que era fuerte y que dentro pudieran tener peligro. y otro día llama al señor principal y otros muchos señores, y venidos como mansas ovejas, préndelos todos y dice que le den tantas cargas de oro. Responden que no lo tienen, porque aquellas tierra no es de oro. Mándalos luego quemar vivos, sin otra culpa ni otro proceso ni sentencia.
Desque vieron los señores de todas aquellas provincias que habían quemado aquellos señor y señores supremos, no más de porque no daban oro, huyeron todos de sus pueblos metiéndose en los montes, y mandaron a toda su gente que fuesen a los españoles y les sirviesen como a señores, pero que no los descubriesen diciéndoles donde estaban. Vienense toda la gente de la tierra a decir que querían ser suyos y servirles como a señores. Respondía este piadoso capitán, que no los quería recibir, antes los habían de matar a todos si no descubrían donde estaban sus señores. Decían los indios que ellos no sabían dellos, que se sirviesen dellos y de sus mujeres e hijos, y que en sus casas los hallarían; allí los podían matar o hacer dellos lo que quisiesen; y esto dijeron y ofrecieron e hicieron los indios muchas veces. y cosa fue esta maravillosa, que iban los españoles a los pueblos, donde hallaban las pobres gentes trabajando en sus oficios con sus mujeres e hijos seguros, y allí los alanceaban y hacían pedazos. Y a pueblo muy grande y poderoso vinieron (que estaban descuidados mas que otros y seguros con su inocencia) y entraron los españoles y en obra de dos horas casi lo asolaron, metiendo a espada los niños y mujeres y viejos, con cuantos matar pudieron que huyendo no se escaparon.
Aposentáronse fuera de la ciudad los españoles aquella noche, porque les pareció que era fuerte y que dentro pudieran tener peligro. y otro día llama al señor principal y otros muchos señores, y venidos como mansas ovejas, préndelos todos y dice que le den tantas cargas de oro. Responden que no lo tienen, porque aquellas tierra no es de oro. Mándalos luego quemar vivos, sin otra culpa ni otro proceso ni sentencia.
Desque vieron los señores de todas aquellas provincias que habían quemado aquellos señor y señores supremos, no más de porque no daban oro, huyeron todos de sus pueblos metiéndose en los montes, y mandaron a toda su gente que fuesen a los españoles y les sirviesen como a señores, pero que no los descubriesen diciéndoles donde estaban. Vienense toda la gente de la tierra a decir que querían ser suyos y servirles como a señores. Respondía este piadoso capitán, que no los quería recibir, antes los habían de matar a todos si no descubrían donde estaban sus señores. Decían los indios que ellos no sabían dellos, que se sirviesen dellos y de sus mujeres e hijos, y que en sus casas los hallarían; allí los podían matar o hacer dellos lo que quisiesen; y esto dijeron y ofrecieron e hicieron los indios muchas veces. y cosa fue esta maravillosa, que iban los españoles a los pueblos, donde hallaban las pobres gentes trabajando en sus oficios con sus mujeres e hijos seguros, y allí los alanceaban y hacían pedazos. Y a pueblo muy grande y poderoso vinieron (que estaban descuidados mas que otros y seguros con su inocencia) y entraron los españoles y en obra de dos horas casi lo asolaron, metiendo a espada los niños y mujeres y viejos, con cuantos matar pudieron que huyendo no se escaparon.
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Fresco encontrado en la tumba del Rey maya K'inich Janaab' Pakal II / Foto: Internet. |
Desque los indios vieron que con tanta humildad, ofertas y paciencia y sufrimiento no podían quebrantar ni ablandar corazones tan inhumanos y bestiales, y que tan sin apariencia ni color de razón, y tan contra ella los hacían pedazos, viendo que así como así habían de morir, acordaron de convocarse y juntarse todos y morir en la guerra, vengándose como pudiesen de tan crueles e infernales enemigos, puesto que bien sabían que siendo no solo inermes, pero desnudos, a pie y flacos, contra gente tan feroz, a caballo y tan armada, no podían prevalecer sino al cabo ser destruidos. Entonces inventaron unos hoyos en medio de los caminos donde cayesen los caballos y se hincasen por las tripas unas estacas agudas y tostadas de que estaban los hoyos llenos, cubiertos por encima de céspedes y yerbas, que no parecía que hubiese nada. Una o dos veces cayeron los caballos ellos no mas, porque los españoles se supieron dello guardar. Pero para vengarse hicieron la ley los españoles que todos cuantos indios de todo genero y edad tomasen a vida, echasen dentro en los hoyos. Y así las mujeres preñadas y paridas, y niños y viejos y cuantos podían tomar echaban en los hoyos hasta que los henchían, traspasados por las estacas, que era una gran lástima de ver especialmente las mujeres con sus niños. Todos los demás mataban a lanzadas y a cuchilladas, echábanlos a perros bravos que los despedazaban y comían; y cuando algún señor topaban por honra ley quemabanlo en las vivas llamas. Estuvieron en estas carnicerías tan inhumanas cerca de siete años. Desde el año de veinte y cuatro hasta el año de treinta o treinta y uno: júzguese aquí cuanto sería el número de la gente que consumieron.
De infinitas obras horribles que en este reino hizo este infelice malaventurado tirano y sus hermanos (86), (porque eran sus capitanes no menos infelices e insensibles que él. con los demás que les ayudaban). Fue una harto notable: que fue a la provincia de Cuzcatlán, donde agora o cerca de allí es la villa de San Salvador, que es una tierra felicísima con toda la costa de la mar del Sur que dura cuarenta y cincuenta leguas; y en la ciudad de Cuzcatlán, que era la cabeza de la provincia, le hicieron grandísimo recibimientos y sobre veinte o treinta mil indios le estaban esperando cargados de gallinas y comida. Llegado y recebido el presente, mandó que cada español tomase de aquel gran número de gente todos los indios que quisiese para los días que allí estuviesen servirse dellos y que tuviesen cargo de traerles lo que hubiesen menester. Cada uno tomo ciento o cincuenta. O los que le parecía que bastaban para ser muy bien servido. y los inocentes corderos sufrieron la división y servian con todas sus fuerzas. que no faltaba si no adorarlos. Entre tanto este capitán pidió a los señores que le trujesen mucho oro, porque a aquello principalmente venían. Los indios responden que les place darles todo el oro que tienen. Y ayuntan muy gran cantidad de hachas de cobre (que tienen con que sirven) dorado, que parece oro porque tiene alguno. Mándales poner el toque, y desque vido que eran cobre, dijo a los españoles: «Dad al diablo tal tierra; vámonos, pues que no hay oro; y cada uno de los indios que tiene que le sirven, échenlos en cadena y mandare herrárselos por esclavos». Hácenlo así y hérranlos con el hierro del rey par esclavos a todos los que pudieron atar, y yo vide el hijo del señor principal de aquella ciudad herrado. Vista par los indios que se soltaron y los demás de toda la tierra tan gran maldad. comienzan a juntarse y a ponerse en armas. Los españoles hacen en ellos grandes estragos y matanzas, y tomanse a Guatimala, donde edificaron a una ciudad, la que agora con justo juicio, con tres diluvios juntamente. no de agua y Otro de tierra y otro de piedras mas gruesas que diez y veinte bueyes, destruyó la justicia divina (87). Donde muertos todos los señores y los hombres que podían hacer guerra, pusieron todos los demás en la sobredicha infernal servidumbre, y con pedirles esclavos de tributo y dándoles los hijos e hijas, porque otros esclavos no los tienen, y ellos enviando navíos cargados dellos a vender al Perú, y con otras matanzas y estragos que sin los dichos hicieron, han destruido y asolado un reino de cien leguas en cuadra y más, de los más felices en fertilidad y poblacion que puede ser en el mundo. Y este tirano mesmo escribió que era más poblado que el reino de México, y dijo verdad: mas ha muerto él y sus hermanos, con los demás, de cuatro y de cinco cuentos de ánimas en quince o diez y seis años, desde el año de veinte y cuatro hasta el de cuarenta, y hoy matan y destruyen los que quedan, y así matarán a los demas.
Tenía éste esta costumbre, que cuando iba a hacer guerra a algunos pueblos o provincias, llevaba de los ya sojuzgados indios cuantos podía que hiciesen guerra a los otros; y como no les daba de comer a diez y a veinte mil hombres que llevaba, consentía que comiesen a los indios que tomasen. Y así habla en su real solenls1ffia , carnicería de carne humana, donde en su presencia se mataban los niños y se asaban, y mataban el hombre por solas las manos y los pies, que tenían por mejores bocados. Y con estas inhumanidades, oyéndolas todas las otras gentes de las de otras tierras, no sabían donde meterse de espanto.
De infinitas obras horribles que en este reino hizo este infelice malaventurado tirano y sus hermanos (86), (porque eran sus capitanes no menos infelices e insensibles que él. con los demás que les ayudaban). Fue una harto notable: que fue a la provincia de Cuzcatlán, donde agora o cerca de allí es la villa de San Salvador, que es una tierra felicísima con toda la costa de la mar del Sur que dura cuarenta y cincuenta leguas; y en la ciudad de Cuzcatlán, que era la cabeza de la provincia, le hicieron grandísimo recibimientos y sobre veinte o treinta mil indios le estaban esperando cargados de gallinas y comida. Llegado y recebido el presente, mandó que cada español tomase de aquel gran número de gente todos los indios que quisiese para los días que allí estuviesen servirse dellos y que tuviesen cargo de traerles lo que hubiesen menester. Cada uno tomo ciento o cincuenta. O los que le parecía que bastaban para ser muy bien servido. y los inocentes corderos sufrieron la división y servian con todas sus fuerzas. que no faltaba si no adorarlos. Entre tanto este capitán pidió a los señores que le trujesen mucho oro, porque a aquello principalmente venían. Los indios responden que les place darles todo el oro que tienen. Y ayuntan muy gran cantidad de hachas de cobre (que tienen con que sirven) dorado, que parece oro porque tiene alguno. Mándales poner el toque, y desque vido que eran cobre, dijo a los españoles: «Dad al diablo tal tierra; vámonos, pues que no hay oro; y cada uno de los indios que tiene que le sirven, échenlos en cadena y mandare herrárselos por esclavos». Hácenlo así y hérranlos con el hierro del rey par esclavos a todos los que pudieron atar, y yo vide el hijo del señor principal de aquella ciudad herrado. Vista par los indios que se soltaron y los demás de toda la tierra tan gran maldad. comienzan a juntarse y a ponerse en armas. Los españoles hacen en ellos grandes estragos y matanzas, y tomanse a Guatimala, donde edificaron a una ciudad, la que agora con justo juicio, con tres diluvios juntamente. no de agua y Otro de tierra y otro de piedras mas gruesas que diez y veinte bueyes, destruyó la justicia divina (87). Donde muertos todos los señores y los hombres que podían hacer guerra, pusieron todos los demás en la sobredicha infernal servidumbre, y con pedirles esclavos de tributo y dándoles los hijos e hijas, porque otros esclavos no los tienen, y ellos enviando navíos cargados dellos a vender al Perú, y con otras matanzas y estragos que sin los dichos hicieron, han destruido y asolado un reino de cien leguas en cuadra y más, de los más felices en fertilidad y poblacion que puede ser en el mundo. Y este tirano mesmo escribió que era más poblado que el reino de México, y dijo verdad: mas ha muerto él y sus hermanos, con los demás, de cuatro y de cinco cuentos de ánimas en quince o diez y seis años, desde el año de veinte y cuatro hasta el de cuarenta, y hoy matan y destruyen los que quedan, y así matarán a los demas.
Tenía éste esta costumbre, que cuando iba a hacer guerra a algunos pueblos o provincias, llevaba de los ya sojuzgados indios cuantos podía que hiciesen guerra a los otros; y como no les daba de comer a diez y a veinte mil hombres que llevaba, consentía que comiesen a los indios que tomasen. Y así habla en su real solenls1ffia , carnicería de carne humana, donde en su presencia se mataban los niños y se asaban, y mataban el hombre por solas las manos y los pies, que tenían por mejores bocados. Y con estas inhumanidades, oyéndolas todas las otras gentes de las de otras tierras, no sabían donde meterse de espanto.
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Grabado hecho por el grabador y editor protestante belga Théodore de Bry para la edición de 1598. |
Mató infinitas gentes con hacer navíos. Llevaba de la mar del Norte a la del Sur, ciento y treinta leguas, los indios cargados con anclas de tres y cuatro quintales, que se les metían las uñas dellas por las espaldas y lomos. Y así llevo desta manera mucha artillería en los hombros de los tristes desnudos, y yo vide muchos cargados de artillería por los caminos, angustiados. Descasaba y robaba los casados, tomándoles las mujeres y las hijas, y dábales a los marineros soldados por tenerlos contentos para llevarlos en sus armadas. Henchía los navíos de indios, donde todos perecían de sed y hambre. Y es verdad que si hubiese de decir en particular sus crueldades, hiciese un gran libro que al mundo espantase. Dos armadas hizo (88), de muchos navíos cada una, con las cuales abrasó, como si fuera fuego del cielo, todas aquellas tierras. ¡Oh, cuántos huérfanos hizo, cuántos robó de sus hijos, cuantos privó de sus mujeres, cuántas mujeres dejó sin maridos; de cuántos adulterios y estupros y violencias fue causa! ¿Cuántos privó de su libertad, cuantas angustias y calamidades padecieron muchas gentes por él! ¡Cuántas lágrimas hizo derramar, cuántos suspiros, cuántos gemidos, cuántas soledades causa, no solo de indios, que fueron infinitos, pero de los infelices cristianos de cuyo consorcio se favoreció en tan grandes insultos, gravísimos pecados y abominaciones tan execrables Y plega a Dios que del haya habido misericordia y se contente con tan mala fin como al cabo le dio (89).
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PROVINCIA DE NICARAGUA
El año de mil y quinientos y veinte y dos o veinte y tres pasó este tirano a sojuzgar la felicísima provincia de Nicaragua, el cual entró en ella en triste hora (58). Desta provincia, quien podrá encarecer la felicidad, sanidad, amenidad y prosperidad y población de gente suya (59). Era cosa verdaderamente de admiración ver cuan poblada de pueblos, que cuasi duraban tres y cuatro leguas en luengo, llenos de admirables frutales que causaba ser inmensa la gente. A estas gentes (porque era la tierra llana y rasa, que no podían esconderse en los montes, y deleitosa, que con mucha angustia y dificultad osaban dejarla, por lo cual sufrían y sufrieron grandes persecuciones, y cuando les era posible toleraban las tiranías y servidumbre de los cristianos, y porque de su natura era gente muy mansa y pacifica), hízoles aquel tirano con sus tiranos compañeros que fueron con él, todos los que a todo el otro reino habían ayudado a destruir, tantos daños, tantas matanzas, tantas crueldades, tantos captiverios e injusticias, que no podría lengua humana decirlo. Enviaba cincuenta de caballo y hacia alancear toda una provincia mayor que el condado de Rusellon, que no dejaba hombre ni mujer ni viejo ni niño a vida, por liviana cosa, así como por que no venían tan presto a su llamado, o no le traían tantas cargas de maíz, que es el trigo de allá, o tantos indios para que sirviesen a el o a otro de los de su compañía; porque, como era la tierra llana, no podía huir de los de caballo ninguno, ni de ira infernal. Enviaba españoles a hacer entradas, es ir a saltear indios a otras provincias, y dejaba llevar a los salteadores, cuantos indios querían de los pueblos pacíficos y que les servían. Los cuales echaban en cadenas porque no les dejasen las cargas de tres arrobas que les echaban a cuestas. Y acaeció vez, de muchas que esto hizo, que de cuatro mil indios no volvieron seis vivos a sus casas, que, todos los dejaban muertos por los caminos. Y cuando algunos cansaban y se despejaban de las grandes cargas y enfermaban de hambre y trabajo y flaqueza, por no desensartarlos de las cadenas les cortaban por la collera la cabeza y caía la cabeza a un lado y el cuerpo a otro (60). Llevase que sentirían los otros. Y así, cuando se ordenaban semejantes romerías, como tenían experiencia los indios de que ninguno volvía, cuando salían iban llorando y sospirando los indios y diciendo: «Aquellos son los caminos por donde íbamos a servir a los cristianos, y aunque trabajábamos mucho, en fin volvíamos a cabo de algún tiempo a nuestras casas y a nuestras mujeres e hijos; pero agora vamos sin esperanza de nunca jamás volver ni verlos ni de tener más vida».
Una vez, porque quiso hacer nuevo repartimiento de los indios, porque se le antojó (y aun dicen que por quitar los indios a quien no quería bien y dallos a quien le parecía), fue causa que los indios no sembrasen una sementera, y como no hubo para los cristianos, tomaron a los indios cuanto maíz tenían para mantenerse a sí y a su hijos, por lo cual murieron de hambre más de veinte o treinta mil ánimas, y acaeció una mujer matar su hijo para comerlo de hambre.
Como los pueblos que tenían eran todos con una muy graciosa huerta cada uno, como se dijo, aposentáronse en ellos los cristianos, cada uno en el pueblo que le repartían o (como dicen ellos) le encomendaban, y hacía en él sus labranzas, manteniéndose de las comidas pobres de los indios, y así les tomaron sus particulares tierras y heredades de que se mantenían. Por manera que tenían los españoles dentro de sus mesmas casas todos los indios, Señores, viejos, mujeres y niños, y a todos hacen que les sirvan noches y días sin holganza; hasta los niños, cuan presto pueden tenerse en los pies, los ocupaban en lo que cada uno puede hace y más de lo que puede, y así lo han consumido y consumen hoy los pocos que han restado, cual aun exceden a las injusticias en este genero que en la Española se hacían. Han fatigado, y opreso, y sido causa de su acelerada muerte de muchas gentes en esta provincia, haciéndoles llevar la tablazón y madera de treinta leguas al puerto para hacer navíos, y enviallo a buscar miel y cera por los montes, donde los comen los tigres. Y han cargado y cargan por las mujeres preñadas y paridas como a bestias.
La pestilencia más horrible que principalmente ha asolado aquella provincia ha sido la licencia que aquel gobernador dio a los españoles para pedir esclavos a los caciques y Señores de los pueblos. Pedían cada cuatro o cinco meses, o cada vez que cada uno alcanzaba la gracia esclavos, con amenazas que si no lo daban, lo habían de quemar vivo o echar a los perros bravos. Como los indios comúnmente no tienen esclavos, cuando mucho un cacique tienen dos, o tres o cuatro, iban los señores por su pueblo y tomaban lo primero todos los huérfanos, después pedía a quien tenia dos hijos uno, y a quienes, dos; y desta manera cumplía el cacique el número que el tirano le pedía, con grandes alaridos y llantos del pueblo, porque son las gentes mas parece que aman a sus hijos (61). Como esto se hacia tantas veces, asolaron desde el año de veinte y tres hasta el año de treinta y tres todo aquel reino, porque anduvieron todas aquellas muchedumbres de indios a vender por esclavos a Panamá y al Perú, donde todos son muertos. Porque es averiguado y experimentado millares de veces que sacando los indios de sus tierras naturales, luego mueren más fácilmente. Porque siempre no les dan de comer y no les quitan nada de los trabajos, como no los vendan ni los otros los compren sino para trabajar. Desta manera han sacado de aquella provincia indios hechos esclavos, siendo tan libres como yo, más de quinientas mil ánimas. por las guerras infernales que los españoles les han hecho por el captiverio horrible en que los pusieron, mas han muerto de otras quinientas y seiscientas mil personas hasta hoy, y hoy los matan. En obra de catorce años, todos estos estragos se han hecho. Habrá hoy en toda la dicha provincia de Nicaragua obra de cuatro o cinco mil personas, las cuales matan cada día con los servicios y presiones cotidianas y personales, siendo (como se dijo) una de las más pobladas del mundo.
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85- Capital de los Quichés; sitio principal de el famoso guerrero Tecúm Umán, muerto por Alvarado.
86- Gonzalo, Gómez y Jorge de Alvarado.
87- Concuerdan estas versiones con los relatos que se han consensado de esta catástrofe (septiembre 1541).
88- La primera para ir al Perú (1544); la segunda destinada a una gran expedición a las islas de la Especiería (1541), que Alvarado no pudo realizar.
La pestilencia más horrible que principalmente ha asolado aquella provincia ha sido la licencia que aquel gobernador dio a los españoles para pedir esclavos a los caciques y Señores de los pueblos. Pedían cada cuatro o cinco meses, o cada vez que cada uno alcanzaba la gracia esclavos, con amenazas que si no lo daban, lo habían de quemar vivo o echar a los perros bravos. Como los indios comúnmente no tienen esclavos, cuando mucho un cacique tienen dos, o tres o cuatro, iban los señores por su pueblo y tomaban lo primero todos los huérfanos, después pedía a quien tenia dos hijos uno, y a quienes, dos; y desta manera cumplía el cacique el número que el tirano le pedía, con grandes alaridos y llantos del pueblo, porque son las gentes mas parece que aman a sus hijos (61). Como esto se hacia tantas veces, asolaron desde el año de veinte y tres hasta el año de treinta y tres todo aquel reino, porque anduvieron todas aquellas muchedumbres de indios a vender por esclavos a Panamá y al Perú, donde todos son muertos. Porque es averiguado y experimentado millares de veces que sacando los indios de sus tierras naturales, luego mueren más fácilmente. Porque siempre no les dan de comer y no les quitan nada de los trabajos, como no los vendan ni los otros los compren sino para trabajar. Desta manera han sacado de aquella provincia indios hechos esclavos, siendo tan libres como yo, más de quinientas mil ánimas. por las guerras infernales que los españoles les han hecho por el captiverio horrible en que los pusieron, mas han muerto de otras quinientas y seiscientas mil personas hasta hoy, y hoy los matan. En obra de catorce años, todos estos estragos se han hecho. Habrá hoy en toda la dicha provincia de Nicaragua obra de cuatro o cinco mil personas, las cuales matan cada día con los servicios y presiones cotidianas y personales, siendo (como se dijo) una de las más pobladas del mundo.
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85- Capital de los Quichés; sitio principal de el famoso guerrero Tecúm Umán, muerto por Alvarado.
86- Gonzalo, Gómez y Jorge de Alvarado.
87- Concuerdan estas versiones con los relatos que se han consensado de esta catástrofe (septiembre 1541).
88- La primera para ir al Perú (1544); la segunda destinada a una gran expedición a las islas de la Especiería (1541), que Alvarado no pudo realizar.
89- Muerto Alvarado de modo accidental en la provincia de Jalisco (julio 1541).
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58- Trátase aquí de Pedrarias Dávila.
59- Ya en 1535, en una carta a un personaje de la corte escrita en Granada de Nicaragua, encomiaba Las Casas la belleza y felicidad de esta provincia.
60- Sobre este rasgo de maldad, que reaparece varias veces en la Brevísima, andan los testimonios fidedignos (veáse Bataillon, Estudios som Bartolomé de Las Casas -citado en la Bibliografía-, Introducción).
61- Estas y otras prácticas relata Las Casas, años después, en Su Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos.
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