CORINTO: La mano del solsticio en el observatorio rupestre ▪︎ Ricardo Lindo
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FOTOS DE AUGUSTO VÁSQUEZ (MEX) |
En el departamento de Morazán, El Salvador, se han encontrado recientemente misteriosos megalitos en la zona de Corinto, que se sospecha fueron manufacturados por el hombre. En la crónica que sigue a continuación, el escritor e investigador salvadoreño Ricardo Lindo (ESA 1947 - 2016) nos cuenta su experiencia personal en el hallazgo de las mitológicas piedras gigantes. El relato se convierte en un interesante viaje científico al pasado lenca y su mitología, hermosamente ilustrado con las imágenes del fotógrafo mexicano radicado en El Salvador, Augusto Vásquez.
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▪︎ CORINTO (El Salvador)
La mano del solsticio en el observatorio rupestre
Una importante concentración se encuentra en un terreno privado, en una planicie cercana a la célebre cueva del Espíritu Santo, en Corinto. Detrás (hacia el oriente) hay un paredón pétreo y sube la montaña. Hacia el poniente la vemos descender y vemos sembradíos, un valle, otras montañas. Al mostrarnos los megalitos de Corinto el guía, don Argelio Álvarez, nos hizo ver que siguen todos un mismo patrón: La roca superior se apoya en dos puntos y hay un vano al centro. Hay dos claras alineaciones, una de tres megalitos y otra de cuatro, y varios otros “dólmenes” dispersos, dos de los cuales presentan forma de hongos.
Yo iba a la localidad (enviado por la Dirección de Investigaciones de la Secretaría de Cultura de El Salvador) en un proyecto que se centraría en las pinturas de la cueva del Espíritu Santo, pero al contemplar los megalitos desvié mi punto de mira. Yo ignoraba entonces que se solía decir que eran formaciones naturales. Alguien lo dijo y otros lo repitieron. Un científico de la fundación inglesa Bradshaw Foundation, afirmó que eran formaciones dejadas por un lago desaparecido y esto lo repitió verbalmente la arqueóloga francesa Elisenda Coladan, autora de un importante estudio sobre las pinturas de la cueva. Pero no son formaciones naturales para don Argelio ni para otros lugareños y sentí que tenían la razón. Sospeché que la respuesta estaba en los cielos. Las alineaciones podrían corresponder al cinturón o a la espada de Orión.
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FOTO: El autor Ricardo Lindo posa al lado de uno de los dólmenes de Corinto, Morazán (El Salvador) |
Logré que me acompañara el profesor Jorge Colorado, a quien conocía sólo de fama. Él es antropólogo pero ha enrumbado su interés a la arqueoastronomía y es socio fundador de la Asociación Salvadoreña de Astronomía. Siendo catedrático de la sociedad y cultura mesoamericanas en la Universidad Tecnológica, reserva un mes completo para enseñar esta disciplina a los futuros arqueólogos y acababa de obtener un resonante éxito al demostrar que en Sihuatán una plataforma se halla orientada hacia el ocaso del sol el día del paso cenital. Aceptó acompañarme llevado únicamente por su interés en la ciencia.
Observó primero los dólmenes con escepticismo. Se subió a uno de la alineación más larga, provisto de una brújula. Al bajar, estaba dubitativo. Me comunicó que están alineados estrictamente de norte a sur. Después el guía lo condujo a la llamada cueva del Duende, que se encuentra a un nivel más bajo en el mismo terreno. Nuevamente hizo uso de su brújula. Me comunicó que la alineación es más larga. Da hacia el norte con esta cueva, de manera que no estamos ante cuatro, sino ante cinco elementos. Es muy difícil –dijo– que esto sea obra de la casualidad, y añadió: Creo que estamos ante un observatorio astronómico.
Me hizo saber que los megalitos finales marcan los solsticios, en tanto otro menor entre ellos, unos pasos atrás, señala el punto del equinoccio.
Me hizo saber que los megalitos finales marcan los solsticios, en tanto otro menor entre ellos, unos pasos atrás, señala el punto del equinoccio.
Después regresó por su cuenta a tomar medidas y después volvimos aun con otros miembros de la Asociación y alumnos que tomaron otras medidas. Al cabo de otros días me llamó por teléfono. Me hizo saber que los megalitos finales marcan los solsticios, en tanto otro menor entre ellos, unos pasos atrás, señala el punto del equinoccio. Pero, reservado, porque “la ciencia es fría”, me pidió guardar silencio mientras hacía llegar a un geofísico. Tardó meses en lograrlo, así que di entretanto un anticipo en la página web de la Secretaría de Cultura.
Finalmente logró hacer llegar a un profesor en geofísica de la Universidad Nacional, master en ciencias, Luis Castillo. Él puso primero en duda que un lago hubiese ahí existido y, aunque sin cerrar definitivamente el asunto, dijo que los megalitos eran obra humana y que las bases habían sido trabajadas previamente. Sólo entonces el profesor Colorado le hizo parte de sus observaciones.
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FOTO: Entrada a la cueva de Corinto que contiene pinturas rupestres atribuída a la cultura Lenca |
El pasado 22 de junio de 2012, fecha del solsticio de verano, dirigí nuevamente mis pasos a Corinto. Iba con los fotógrafos Augusto Vásquez y Sandro Stivella y con el joven actor Aníbal Cerón. Lamentablemente las bajas nubes tormentosas se cernían sobre el horizonte de montañas y no fue posible fotografiar el crepúsculo. Pero siempre se halla algo nuevo, siempre alguien ve lo que otros antes no. Ellos descubrieron círculos y líneas en el paredón de piedra del fondo. Yo encontré un círculo en uno de los megalitos. Pero quien dio el campanazo fue el chofer de la Secretaría de Cultura, don Amado Rivas: descubrió una pequeña mano o garra excavada en la roca del equinoccio y sugirió que señalaba al solsticio. Al mostrar las fotografías al astroarqueólogo, que no pudo ir ese día, dijo que es bastante probable que así sea, que parece indicar el ocaso del solsticio de invierno.
Según la tradición oral estos megalitos son, como las pinturas de la Cueva de Corinto, como las de la Cueva del Gigante en Honduras, a pocos kilómetros de distancia, obra de los gigantes. En el caso de las pinturas de la Cueva de Corinto la arqueóloga Claudia Ramírez nos dijo que la creencia reposa, a su parecer, en el hecho de que las pinturas alcanzan una considerable altura. El departamento de Morazán, como buena parte del oriente del país, estaba habitado por los lencas a la llegada de los españoles.

Los lencas prácticamente han desaparecido en nuestro país, pero su tradición permanece viva atravesando la frontera, del lado hondureño. El antropólogo Ramón Rivas, actual director de Patrimonio Cultural, autor de un libro sobre los pueblos indígenas de Honduras, nos comunicó verbalmente que la creencia en la existencia de los gigantes es común en la zona y que él oyó de labios de una indígena lenca esta expresión: “Eran grandes” y esa grandeza no se limitaba a la estatura física, sino que implicaba la sabiduría y la bondad. Ahora bien, el que los lencas no los consideren propios y los atribuyan a una raza mítica hace pensar que estos elementos ya se encontraban ahí cuando sus antepasados llegaron, nos remonta a un lejano horizonte. Sugiere, asimismo, que los consideraban obra propia de sabios.
Según la tradición oral estos megalitos son, como las pinturas de la Cueva de Corinto, como las de la Cueva del Gigante en Honduras, a pocos kilómetros de distancia, obra de los gigantes. En el caso de las pinturas de la Cueva de Corinto la arqueóloga Claudia Ramírez nos dijo que la creencia reposa, a su parecer, en el hecho de que las pinturas alcanzan una considerable altura. El departamento de Morazán, como buena parte del oriente del país, estaba habitado por los lencas a la llegada de los españoles.
Los lencas prácticamente han desaparecido en nuestro país, pero su tradición permanece viva atravesando la frontera, del lado hondureño. El antropólogo Ramón Rivas, actual director de Patrimonio Cultural, autor de un libro sobre los pueblos indígenas de Honduras, nos comunicó verbalmente que la creencia en la existencia de los gigantes es común en la zona y que él oyó de labios de una indígena lenca esta expresión: “Eran grandes” y esa grandeza no se limitaba a la estatura física, sino que implicaba la sabiduría y la bondad. Ahora bien, el que los lencas no los consideren propios y los atribuyan a una raza mítica hace pensar que estos elementos ya se encontraban ahí cuando sus antepasados llegaron, nos remonta a un lejano horizonte. Sugiere, asimismo, que los consideraban obra propia de sabios.
Del lado salvadoreño se han encontrado vestigios humanos del clásico tardío (600 a 900 D.C.) pero del lado hondureño hay vestigios hallados en la cueva del Gigante que van hasta 9.000 años antes de Cristo y existen razones para pensar que una misma etnia, una tribu nómada errante entre las montañas de esa zona de El Salvador y Honduras, dio ahí los primeros pasos de los asentamientos humanos en América central. ¿Será este observatorio obra de esa tribu lejana? Como sea, mucho queda por determinar. Pero sabemos ahora que estos megalitos son artefactos arqueológicos y que están vinculados a los astros. Y las cuevas con pinturas del departamento están siempre asociadas a megalitos.
| RICARDO LINDO (El Salvador, 1947-2016) fue un escritor, poeta, pintor, novelista e investigador cultural y crítico de arte. Es el autor de los poemarios Jardines, Rara Avis, y la novela histórica Tierra entre otros títulos.
| RICARDO LINDO (El Salvador, 1947-2016) fue un escritor, poeta, pintor, novelista e investigador cultural y crítico de arte. Es el autor de los poemarios Jardines, Rara Avis, y la novela histórica Tierra entre otros títulos.
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