La arquitectura y la moda ▪︎ Adela García-Herrera

El palacio del desaparecido modisto italiano Gianni Versace en Miami, ahora convertido en hotel de lujo / Imagen: Internet


Nuevas alianzas:
la arquitectura y la moda

Por ADELA GARCÍA-HERRERA

La alianza entre la arquitectura y la moda no es reciente, pero los nuevos hábitos de la contemporánea cultura del consumo han hecho esa relación más estrecha y compleja, convirtiendo a las grandes firmas del vestido en decididos promotores de tendencias arquitectónicas.

Cuando el británico David Chipperfield era aún un arquitecto joven y poco conocido, diseñó la tienda para Issey Miyake en Londres. Hoy su estudio tiene estatura internacional, y entre sus proyectos se cuentan lo mismo la remodelación del Neues Museum en Berlín que las nuevas tiendas de Dolce & Gabbana. Su compatriota John Pawson está convirtiendo una granja checa del siglo XVIII en monasterio para la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, pero también ha puesto su talento minimalista al servicio de marcas como Jigsaw o Calvin Klein, creando capillas para el culto laico a sus refinados diseños. La entente entre las marcas de la moda y la arquitectura de marca no es nueva, pero se ha hecho mucho más intensa y ha adquirido nuevos matices.

En el currículo de un constructor de rascacielos y aeropuertos como Norman Foster aparece la tienda que realizó, por encargo de Katharine Hamnett, en la Brompton Road de Londres, un espacio desnudo y blanco, multiplicado con espejos; para su siguiente local londinense en Sloane Street, la diseñadora contrató a Branson y Coates, que ofrecieron a su cliente el deseado contraste: un popurrí abigarrado entre étnico y rococó, con toques dalinianos y fachada de peceras. Producidos hace ya más de una década en un contexto británico efervescente tanto en la moda como en el interiorismo, estos ejemplos son el reflejo de una relación entonces subordinada entre la arquitectura y las firmas de ropa y complementos, donde la primera era tan sólo un estuche para las segundas. Pero la moda espera ahora de los arquitectos que construyan proyectos de identidad, es decir, imágenes de marca. Emborronadas cada vez más las fronteras entre el comercio y la cultura, o entre el arte y la moda -Giorgio Armani y Frank Gehry han compartido el cartel de la programación del Guggenheim de Nueva York-, era de esperar esta nueva oleada de fusiones entre firmas prestigiosas: todo gran modisto quiere su particular arquitecto estrella de cabecera.

Proyectistas como Afra y Tobía Scarpa figuraban ya en la nómina de Benetton, pero esta firma que ha volcado sus mayores esfuerzos en el diseño publicitario contrató a Tadao Ando para restaurar una villa palladiana en Treviso como sede de la Fábrica, que es como han bautizado un centro estudiantil destinado a la promoción de las artes aplicadas, la mayor parte de cuyas dependencias ha alojado el japonés bajo tierra, conectadas con la antigua construcción a través de un patio oval rodeado de una columnata, que ya se ha comparado con una iglesia barroca sin cúpula.

Fundación Louis Voutton diseñada por el arquitecto Frank Gehry

Y de un imperio del casual wear a otro emporio de la marroquinería, la casa francesa Hermès, para la que Renzo Piano ha diseñado en el barrio comercial de Ginza en Tokio un edificio de 14 plantas con tienda, oficinas, museo y galería de arte. La elección del arquitecto genovés por parte del presidente de Hermès -miembro de la quinta generación de una familia que ha mantenido la elaboración artesana como principal marchamo- fue una cuestión de sensibilidades afines: Piano es un constructor minucioso, interesado en aplicar a la arquitectura logros técnicos, nuevos materiales o sistemas de fabricación procedentes de otros ámbitos; y Jean Louis Dumas-Hermès es un defensor convencido de la innovación a través del redescubrimiento de viejas tradiciones. El modelo a emular en la nueva sede nipona ha sido una vieja joya de la arquitectura moderna: la Maison de Verre (1928-1932). Construida como casa y clínica ginecológica en lo que fue un viejo hotel dieciochesco de la Rue Saint-Guillaume de París, la obra de Pierre Chareau conjuga el gusto ornamental art déco con la radicalidad conceptual de la vanguardia racionalista. Inspirándose en la fachada de vidrio que dio nombre a la casa, Piano ha diseñado para su edificio una envolvente suspendida de 13.000 piezas de pavés de 45 ´´ 45 centímetros -con juntas casi imperceptibles y a prueba de movimientos sísmicos-, que lo convierte en una lámpara delicada y gigantesca.

Un extremo considerablemente alejado de esa actitud que toma lo mejor del pasado como punto de partida lo encontramos en la estrategia de Prada, que en los dos últimos añños ha abierto doscientas nuevas tiendas en todo el mundo, y ha contratado simultáneamente a los dos últimos premios Pritzker, Rem Koolhaas y Herzog y De Meuron, para, en palabras del holandés, "hacer la marca más variable y menos redundante en términos de significado". Ya no se trata entonces de proponer rasgos inmutables, sino "etiquetas vivas" que puedan asumir identidades diferentes y continuar cambiando. Las instrucciones del cliente, pues, fueron claras: querían cosas impredecibles y mudables. Con ocasión de la semana de la moda de Milán, pudieron verse los primeros frutos de la aventura conjunta: las boutiques de Koolhaas para Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, y su propuesta del sitio en la red para la firma; y la gran tienda en Tokio, la fábrica-almacén en Arezzo y las oficinas en Nueva York que han sido encomendadas a Herzog y De Meuron. El diseñño de la muestra ponía en valor ciertos detalles -un expositor colgante y un probador electrónico, que puede ser opaco o transparente, de Koolhaas; y un fragmento de la fachada de piezas triangulares del edificio japonés de Herzog y De Meuron- y hacía hincapié en lo que tienen en común (la investigación a partir de nuevos materiales) proyectos realizados por figuras tan distintas. ¿Acabará surgiendo una nueva forma de hacer arquitectura a partir de la mezcla?

El hotelero Ian Schrager, que ha triunfado con su fórmula de hoteles-boutique y de la mano de Philippe Starck, también reunió a Koolhaas con Herzog y De Meuron para construir un nuevo hotel en Nueva York. Pero Schrager anunció a comienzos de este verano que prescindía de los servicios de ambos para contratar en su lugar a Frank Gehry, que al parecer está encantado: se retiró del concurso para construir la sede de The New York Times y es dudoso que vaya a poder materializar su otro Guggenheim neoyorquino. No se sabe si Schrager no estaba satisfecho o ha sido cuestión de que donde caben dos no caben tres egos, pero en todo caso da lo mismo, y este episodio es sólo una anécdota abrupta. En el mercado de las marcas y los símbolos, los valores arquitectónicos están en alza; nos quedan por ver aún muchas fusiones y adquisiciones.



Adela García-Herrera, periodista española independiente experta en temáticas culturales y artísticas. Es frecuente colaboradora de medios españoles e internacionales como El País, ABC Cultural, y revista VOCES de California entre otros.


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▪︎ Publicado originalmente en revista VOCES de California, Volumen VI. Marzo de 2002.

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