ENSAYO: A costa de negros ▪︎ Toni Morrison

Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura 1993.

Toni Morrison (1931-2019) novelista, ensayista, guionista de cine e intelectual de la experiencia negra estadounidense. Fue autora de la serie de novelas que relatan la experiencia de la diáspora negra desde la esclavitud hasta su llegada a América y su subsecuente emancipación en el siglo XIX. Entre sus títulos destacan "La canción de Salomón", "Beloved", "Ojos azules" y la colección de crítica literaria "Playing in the Dark: Whiteness and the Literary Imagination". Toni Morrison fue la primera mujer afroamericana en recibir el premio Nobel de Literatura en 1993, de acuerdo al fallo del Nobel por "novelas que se caracterizan por su fuerza visionaria y su trascendencia poética, que dan vida a un aspecto esencial de la realidad estadounidense". Falleció en la ciudad de Nueva York, el 6 de agosto de 2019.


Por TONI MORRISON

Recién llegado de Ellis Island, Stavros consigue empleo lustrando zapatos en la estación de Grand Central; es la última escena del filme “America, America” de Elia Kazán, la historia de un joven griego y su fiera determinación de emigrar a América. Rápidamente, y tan casual como una idea tardía, un joven negro, también lustrabotas, entra en escena y trata de solicitar a un cliente. Es sacado de la escena al instante ―”¡Lárgate de aquí! ¡Aquí se trabaja!”―y desaparece en silencio.

Este intruso en el sitio de trabajo de Stavros es crucial en la mezcla de símbolos que constituye el final feliz en la historia del inmigrante: un empleo, un sombrero de paja, una sonrisa contagiosa… y un negro despreciado. Es el acto de desprecio de este encantador griego lo que le transforma en un blanco titulado. Sin ello, el futuro de Stavros como americano no está del todo asegurado.

ESTE ES el lenguaje racial, la inserción explícita en la vida cotidiana, de señas y símbolos raciales que no tienen otro significado que presionar a los afroamericanos al nivel más bajo de la jerarquía racial. La cultura popular, moldeada por el cine, el teatro, la publicidad, la prensa, la televisión y la literatura, está fuertemente involucrada en practicar el lenguaje racial. Participa libremente en el más perdurable y eficiente ritual de conversión a la cultura estadounidense: la valoración negativa de la población negra nativa. Sólo cuando se aprende la lección de distanciamiento racial se completa la asimilación. Cualesquiera la experiencia vivida por los inmigrantes con los afroamericanos ―sea agradable, beneficiosa o chocante― la experiencia retórica presenta a los negros como no-ciudadanos, como proscritos de antemano desacreditados.

Todo inmigrante lucha por su empleo y su espacio, ¿y quién lucha más que aquellos que tienen ambas cosas? De la misma forma que en el pleito ocurrido entre pescadores tejanos y vietnamitas, el inmigrante destituye a aquello y a aquél que puede. Aun cuando la historia de los Estados Unidos está inundada de batallas laborales, contiendas políticas y guerras territoriales entre todos los grupos religiosos y étnicos, persistentemente sus conflictos se caracterizan por ser conflictos entre recién llegados y negros. En lenguaje racial, el desplazamiento hacia la corriente mayoritaria de la noción de lo que es América, significa creer dócilmente que son los negros americanos los verdaderos extranjeros. Cualesquiera sea el origen étnico o nacionalidad de inmigrante, el gran reto a salvar se sobrentiende es el afroamericano.

LA ACTUAL atención al fenómeno de la inmigración ha alcanzado niveles de pánico no vistos desde principios de siglo. Para facilitar este pánico el lenguaje racial moderno tiene que ser llevado hacia la oscuridad y lo absurdo, si es que quiere mantenerse la hostilidad anti-negra como la droga más asequible, dándole a las noticias de primera plana su diversión. "Patrones de inmigración resulta en huida de blancos", grita el Star-Ledger en Newark. El mensaje que se supone entendamos es que estos revoltosos recién llegados son peligrosos para los residentes estables (blancos). La estabilidad es blanca. El desorden es negro. En ningún lugar leemos lo que la clase media negra piensa o hace para copar con las “rompientes olas de inmigración”. La inmensa mayoría de afroamericanos, trabajadores y estables, quedan fuera del círculo, desaparecidos excepto en su menos que disimulada función de definir a los blancos como a los “verdaderos americanos”.

Esta estratagema es tan adictiva, que el factor de negritud ha sido abandonado por la teoría de la negritud. Ya no importa qué tonalidad tiene la piel del recién llegado. Una postura hostil hacia los residentes negros debe ser asumida ante la puerta americanizante, antes de que ésta se abra. Se le pide al público que acepte a los negros americanos como el común denominador en cada conflicto entre inmigrante y empleo, o entre el deseo de ser alguien y el prestigio. Poco importa qué clase de complejidades, contexto e información errónea acompañe estos conflictos. Todos pueden ser subsumidos en la ecuación: Marca X vs. Negros.

PERO EN esta capitulación ante lo blanco hay más en juego que un simple empleo, más aún en lo que el intelectual W.E.B. Du Bois denominaba como la “cuota psicológica” ―el bono del blanco. Las estrategias racistas se unifican. Políticos despabilados incluyen siempre en los salvos de apertura de sus campañas una rápida clarificación de su posición en lo referente al tema racial. Es un error pensar que el Willie Horton de Bush o la Hermana Souljah de Clinton no son más que la respuesta obligatoria de un candidato a las demandas conflictivas de un electorado incapaz de entenderse a sí mismo en otros términos que no sean raciales. Intereses en pugna, nacionalidades y clases pueden ser combinados con la más grande economía bajo esa pancarta racial.


El lenguaje racial como mecanismo de vinculación se despliega con mayor fuerza en la literatura estadounidense. Cuando Nick, en la novela El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald sale de West Egg para ir a cenar al más de moda East Egg, su anfitrión conduce una especie de audición de clases sobre lo que significa ser un WASP*, al solicitar el apoyo de Nick por la “ciencia” del racismo. “Si nos descuidamos, la raza blanca será… inevitablemente hundida,” le dice. Pone nervioso a Nick, pero éste no le cuestiona ni refuta las convicciones de su anfitrión.

LA MEJOR pista que nos indica cómo sería el país sin el tópico racial como el clavo sobre el cual la identidad estadounidense cuelga nos la provee Pap, en la novela Huckleberry Finn de Mark Twain, quien luego de averiguar que en Ohio un negro puede votar, declara: “Me aparto. Les digo que nunca más vua’votar”. Sin su brillante máscara blanca no se considera americano; es también Wash, el personaje de Faulkner en ¡Absalom, Absalom!, quien despojado de la máscara y tratado como un “nigger”* ensarta una hoz en el corazón del rico hombre blanco a quien ha amado y servido con tanta devoción.

Para Pap, para Wash, la posibilidad de que el lenguaje racial pueda no tener significado alguno es espantoso. Lo cual también pueda ser la razón por la que, mientras más se dificulta la práctica del lenguaje racial de manera convincente, más parece la gente necesitarla. En la medida en que los negros americanos ocupan más y más grupos ya no formados conforme líneas raciales, la presión aumenta en averiguar cuáles son los verdaderos intereses blancos. Casi un cuarto de la población militar es negra; en las grandes áreas urbanas las fuerzas de policía se ennegrecen. Pero la asistencia social es aproximadamente dos tercios blanca; los beneficiarios de programas de acción afirmativa son en su mayoría mujeres blancas; familias blancas con problemas funcionales atascan los programas televisivos de entrevistas y juicios.

LOS VIEJOS estereotipos fallan en su connotación y el lenguaje racial es forzado a inventar otros nuevos que cada vez son más fútiles. No existe virtualmente ningún movimiento social ascendente ―para negros o blancos, clases establecidas o arribistas― que no vaya acompañado de lenguaje racial. Rechazar, negociar o satisfacer esta demanda es la verdadera cuestión, el principio organizador para poder convertirse en un verdadero estadounidense. Estrellado: Racialmente estrangulado*.

(Otoño de 1993)


[ Traducción y Notas de Armando Molina ]

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Publicado originalmente en Suplemento cultural Voces, de San Francisco, California. Mayo 1994.


* WASP: En los Estados Unidos, siglas de la denominación socio-racial White Anglo Saxon Protestant; nombre coloquial para designar a aquellos individuos de religión protestante y de ascendencia anglo-sajona que constituyen la mayoría de la población inmigrante original a Estados Unidos.

* Nigger: vocablo peyorativo usado en Estados Unidos para referirse a sus ciudadanos de piel negra.

* Juego de palabras que involucra los símbolos de la bandera estadounidense - Star-spangled banner flag; la bandera de las barras y las estrellas (star-spangled).


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