TEATRO: La celda compartida

Afiche original de la obra La Celda Compartida (2012).

La Celda Compartida
Escrita y Dirigida por Diego J. Salgado
Puesta en escena de Palíndromos Teatro Independiente de Costa Rica
Actores: Pavlo Almengor, Mariel Chinchilla, María Laura Alvarado y Diego J. Salgado.


Nunca me lo habría imaginado. ¿Buen teatro en El Salvador? No lo había visto en los ocho meses que llevo por estas latitudes buscándolo como minero en una oscura cueva, asistiendo a toda clase de puestas en escena que en su mayoría resultan en ofertas colegiales y universitarias, y soportando viejas comedias recicladas y montajes de egos provincianos. Pero allá entre las populosas calles del centro de San Salvador, cuando casi daba por frustrada mi incesante búsqueda, ocurrió el milagro. Brilló la gema, y quedé deslumbrado.

Los hacedores del milagro fue el elenco de actores costarricenses de Palíndromos Teatro Independiente, quienes como chubascos vespertinos que este invierno arrecian como si se tratara del fin del mundo, pasaron por San Salvador apenas dos días. Para despacharlo de entrada: “La Celda Compartida”, la obra que nos trajeron los ticos los pasados 5 y 6 de julio es simplemente una estupenda experiencia teatral y una obra muy lograda literariamente hablando; sobre todo para un elenco tan joven que hizo gala de una solvencia, talento y madurez actoral, combinación ecléctica que muchos sueñan con poseer y una muy difícil de hallar estos días de postmodernismo salvaje.

La promesa fue insinuada desde la descripción de la obra: “La Celda Compartida” coloca a cuatro personajes encerrados en un espacio que asumen es una sala de espera en una estación de policía. Ellos cargan sobre sus hombros el peso de crímenes inconexos que, en el contexto actual, los convierte en la versión moderna de los personajes de las tragedias de Sófocles: Edipo, Electra, Ayax y Antígona. La Celda Compartida pretende hacernos ver la vigencia que aún hoy siguen teniendo estos mitos griegos y cómo casi irremediablemente estamos condenados a repetir los errores del pasado, instándonos a hacer una revisión de la historia para no seguir en este círculo vicioso”.

Puesta en escena de La Celda Compartida de Palíndromos Teatro de Costa Rica

Y ciertamente el trabajo de adaptación logrado por el joven dramaturgo, director y actor Diego J. Salgado es novedoso, desenfadado y no es terreno para novatos; recrear cuatro antiguos mitos griegos en un contexto contemporáneo no resulta tan fácil de conseguir como parecería. El peligro de caer en la banalidad coloquial en la adaptación de los parlamentos, o deslizarse hacia la grandilocuencia histriónica son los primeros riesgos que me vienen a la mente podrían ocurrir. Pero los ticos remontaron el lance con gran solvencia artística. Tomando en cuenta la juventud del autor y del elenco, cuyos cuatro integrantes no pasan de los treinta años, lo logrado por este joven dramaturgo y director costarricense y sus actores es todo un milagro. Como lo diría Cortázar: un hecho artístico total.

Por otro lado, la inventiva del director en la maximización de recursos escenográficos es admirable: el uso de una larga tela de chifón que encuadra el escenario y que funciona como material plástico durante los distintos requiebres en la actuación, resulta en cambios de escenas y tiempos, y es altamente efectivo en la creación de atmósfera. Inmediatamente evoca un teatro primigenio, helénico. A la vez, el uso por los actores de cánticos antiguos y murmullos en griego arcaico durante esos quiebres, resultan simplemente en escenas de alto poder de turbación dramática. Es la develación del fenómeno teatral en acción.

La puesta en escena comenzó de una forma que, quien esto escribe, tenía tiempos de no experimentar desde los cuasi olvidados años de aprendizaje y observación allá en México DF de los años ochenta, o aún de tiempos más recientes en los foros teatrales off-broadway del viejo San Francisco, en California. Cuando entramos al foro de la Casa del Teatro la mesa ya estaba servida. Y aquí es justo destacar los buenos oficios del TIET y su directora, la actriz y escritora Jennifer Valiente, en volver a darle vida a ese espacio teatral que tuvo buenas épocas durante los años del conflicto armado. La intimidad del foro teatral es propicia para esta clase de espectáculos, donde se siente e impera el arte por el arte dramático.

Allí encontramos a cuatro personajes evidentemente turbados: dos mujeres y dos hombres. Uno de los hombres llora inconsolablemente mientras el otro, un prototípico hombre de clase media se pasea nervioso jugueteando con sus lentes y ajustándose la corbata; las dos mujeres están en silencio; una de ellas mira al vacío mientras la otra sostiene su rostro entre las manos. Un escenario minimalista, primigenio como ya hemos observado: cuatro sillas, dos spotlights de luz blanca. La escena dura así aproximadamente dos o tres tensos minutos. Estábamos de pronto todos en la celda compartida, compañeros de viaje durante la próxima hora y media de estos cuatro personajes desconocidos.

El actor Pavlo Almengor en escena de La Celda Compartida.

Crímenes confusos, inconexos, pasiones y rencores desbordados, ternura e ilusiones perdidas, arrepentimientos y amores mal correspondidos, he ahí la esencia de las tragedias griegas de Sófocles, que aparecen ahora en el texto de Salgado con nuevos nombres latinos y vestimentas actuales. Se ha dicho que, con la ausencia de Dios, solo quedan las pasiones de los hombres, que son la enjundia de la tragedia. Y es justamente lo que ocurre en esta magnifica obra y puesta en escena hecha por los ticos.

Durante la siguiente hora y media vamos siendo testigos de esa materia llamada humanidad moldeada por las circunstancias y el destino, en esta obra de ecos mitológicos. Música incidental como ‘Smoke on the water’ de Deep Purple que emanaba de un lejano celular, vino a abonar a la atmósfera de infidencias y dureza de la puesta en escena. Actuaciones magníficas, convincentes de parte de todo el elenco; un texto desenfadado, procaz, actual, que le da dinamismo y actualidad a la obra, combinación que viene a complementar el hecho artístico total.

Ciertamente el portento artístico de los costarricenses dejó buenas señales a su paso por San Salvador. Corrobora la percepción de que el arte dramático está vigente y de buena salud por Centroamérica. En nuestra conversación post mortem con el elenco salieron a flote los viejos problemas de hacer teatro por estos territorios tan reacios y hostiles hacia el arte: la indiferencia de los gobiernos, la falta de un público educado y apreciativo, los vacíos institucionales de apoyo real hacia las artes, los grandes egos-estorbos y otras decenas de etcéteras.

El autor, director y actor Diego J. Salgado en escena.

Pero también recordamos que el arte ha bregado siempre en contra de todos esos obstáculos, y que mientras existan individuos con una pasión genuina por el arte como en este caso, el deleite de la inteligencia será siempre una de las mayores felicidades del hombre.

Sí, ha quedado satisfecho por las próximas semanas mi apetito por el teatro; por hoy la espera bien ha valido la pena. No me resta más que esperar que regresen de nuevo los costarricenses de Palíndromos Teatro Independiente con su buen teatro, como esos portentosos chubascos dispersos de este invierno que refrescan la asfixiante atmósfera tropical.


ARMANDO MOLINA
San Salvador, El Salvador

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Publicado en revista ContraCultura, de El Salvador (12-07-2012).

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