Yanira Elías: La belleza como resguardo ante el horror

ARTE: Yanira Elías (ESA).

Posiblemente, la obra plástica de la artista Yanira Elías podría ser tildada de intimista y apolítica en estos tiempos violentos y políticamente polarizados que vive su país natal El Salvador del siglo XXI. Desde el principio del conflicto armado (1980-1992), acontecimiento que trastocó profundamente los estamentos culturales y artísticos que venían desarrollándose consistentemente desde mediados del siglo XX e influenciada por las luchas sociales, la plástica salvadoreña fue decantándose por un marcado realismo social y por temáticas sociales urbanas y rurales de corte reivindicativo, que si bien es cierto tuvo puntos álgidos y magníficos representantes en muchos artistas de la época, no obstante fue quedando rezagada en la moderna y dinámica escena artística internacional. Este predicamento aún prevalece en el ámbito artístico salvadoreño, aunque ahora atenuado por las transformaciones ocurridas en la sociedad salvadoreña durante las dos décadas transcurridas desde el final del conflicto

La artista Yanira Elías forma parte de esa generación de jóvenes artistas visuales que emergieron luego de finalizado el conflicto deseosos de liberarse de las ataduras ideológicas del pasado y de seguir sus propios intereses y caminos creativos. En este marco social como antecedente su obra es un valioso testimonio de perseverancia y dedicación al arte, de su entrega a la exploración y estudios de teorías clásicas, y a la investigación de nuevas técnicas y elementos artísticos.

Nacida en San Salvador en 1973, Yanira Elías se formó como arquitecta en la Universidad Albert Einstein de El Salvador de donde se graduó en 1999. El año 2003 parte a Italia para realizar estudios especializados en técnicas de conservación; estos incluyeron técnicas en preparación de lienzos e integración pictórica, restauración de técnicas antiguas del barroco y el renacimiento, estudios sobre teoría del color, así como también la práctica del grabado. Realizadas éstas durante una estancia de cuatro años en la Libera Accademia di Belli Arti de Florencia, y después de viajar extensamente por Europa, Elías regresó al país a finales del año 2007, para más tarde, en el 2011, incorporarse a la Secretaría de Cultura de El Salvador, donde en la actualidad se desempeña en calidad de arquitecta trabajando con la red de casas de la cultura.



En primer lugar y como impronta personal, es evidente en toda su obra la extraordinaria importancia del dibujo y, por tanto, de la narración prevalente en ella. Es de rigor remarcar la importancia de este aspecto en los trabajos de Elías, por cuanto las presencias figurativas en sus primeros lienzos tienden a sugerir una narrativa. Sus obras iniciales, en efecto, vistas en primera instancia, tienen un sutil aire de ilustración —en su caso, de ilustración de paisajes oníricos, misteriosos y fantásticos—, al centrarse antes sobre el contenido que sobre la materia. El esmero de los trazos de Elías es, sin duda, la piedra angular de una poética que, sin embargo, es de una extrema complejidad, pues recoge múltiples influencias de los referentes clásicos ya mencionados. Sin embargo el espectador, ante cualquiera de sus lienzos se encuentra con una pintura de enorme belleza, dotada de un tema central cuya asombrosa nitidez de multitud de detalles y colores requiere tiempo para observarla en su totalidad.

En los lienzos de sus inicios de marcada influencia surrealista, es patente una sensación de soledad cósmica que emana tanto de la actitud ensimismada de sus personajes como de la ubicación en que son situados. La artista con frecuencia escoge escenarios de detalles neoclásicos o barrocos. Estancias o paisajes ricos en detalles, en los que solitarias presencias humanas toman protagonismo en sus panoramas oníricos. Fondos urbanos, teatrales, algunos parecen decorados que evocan las arquitecturas ambiguas de Giorgio de Chirico. Un paisaje inconcreto, que puede ser un cielo colmado de nubes incorpóreas, o un terreno orgánico, mineral, o tranquilos mares de ensueño insertados en utópicos paisajes rocallosos y amurallados.

En el caso de sus obras más recientes, Elías incluye ahora la técnica del encausto, manipulando cera derretida con la que también hace uso de una práctica heredada de los surrealistas: la calcomanía. Ésta última consiste en pegar al lienzo una superficie pintada o grabada, normalmente de papel o material orgánico, mineral o metálico, para —tal es el caso de Elías—, crear una suerte de palimpsestos posmodernos combinados con la apropiación de figuras y artilugios modernos como automóviles, motonetas, bicicletas, paraguas, latas de conserva, y toda clase de elementos tomados de la vida contemporánea; algunas de estas piezas incluyen letras y citas textuales que le brindan, en un todo, un contrapunto conceptual a sus obras. Con la organicidad que logra con el encausto crea las texturas inconcretas y extrañas de sus paisajes, los trasfondos y cielos de sugerencias religiosas y cuasi apocalípticas en amarillos sucios y opacos, para obtener como resultado lecturas mutantes de sus preocupaciones ecológicas y sociológicas.



Es necesario enfatizar que son éstas temáticas las que Elías aborda con mayor inquietud últimamente: su preocupación por la irrefrenable contaminación humana del medio ambiente —inquietud implícita en sus lienzos de encausto, en las que incluye tapaderas de lata a manera de mensajes subliminales, que nos informan que estos son productos no biodegradables.

Efectivamente, el caso de la artista Yanira Elías es una señal halagüeña de que el arte salvadoreño ha retomado la ruta de la modernidad perdida, a pesar y en contra de las condiciones de violencia, horror y polarización que vive la sociedad en la actualidad. Su generación, la del nuevo siglo XXI, constituye un nuevo arte salvadoreño ya sin el lastre de ideologías, cinismo y consignas políticas. Su interés se cifra en explorar los aspectos formales del arte y en alcanzar un discurso artístico más coherente con su entorno contemporáneo, ese que suscita su interés temático de artista —la Naturaleza— una que hoy ella percibe amenazada por fuerzas poderosas: la voracidad del hombre.


ARMANDO MOLINA
Zaragoza, El Salvador

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Publicado en el Suplemento Cultural Tres Mil (8-10-2016). Si quieres leer el enlace original, aquí

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