ARTE: Leyendas y tradiciones

Afiche original de la exhibición en la UES.

EL cielo encapotado presagiaba una tarde gris y húmeda a mi llegada al campus de la Universidad de El Salvador, y específicamente a la Pinacoteca Roque Dalton del alma mater, adonde había llegado para asistir a una muestra de arte. Grupos de jóvenes estudiantes estaban ya congregados alrededor de la entrada del recinto y parloteaban sobre exámenes y profesores, en tanto los visitantes que arribaban se daban saludos renovados y recordaban anécdotas de otros tiempos. Esta rara imagen de veteranos y juventud reunidos en el marco de una muestra de arte me pareció un buen vaticinio sobre el evento. Justo al momento que irrumpió la lluvia, fuimos invitados todos a pasar al interior de la Pinacoteca, donde nos aguardaba una magnífica sorpresa artística.

Ya adentro, la muestra de dibujo e ilustración salvadoreña “Leyendas y Tradiciones” —actualmente en exhibición en la Pinacoteca Roque Dalton hasta el 12 de noviembre y curada por el crítico y escritor Mario Castrillo—, prometía explorar el territorio creativo de un grupo de artistas emergentes salvadoreños, y de paso darnos un reporte visual del estado del dibujo y la ilustración en El Salvador en los tiempos que corren; usando como tema de expresión los personajes y situaciones de las tradiciones y leyendas del imaginario nacional. Es oportuno mencionar aquí que tradicionalmente algunas muestras de dibujo también lo hacían en el pasado con intenciones similares; recuerdo con particular agrado los célebres Salones de Dibujo allá por los años 80, que se llevaban a cabo en el ahora Museo Forma, apoyados por el Patronato Pro-Cultura de El Salvador, y que justamente tenían el mismo cometido de dar a conocer el quehacer de los artistas salvadoreños de entonces, muchos de ellos convertidos ahora en consumados maestros del dibujo.

Luego de las palabras de bienvenida al público y del discurso introductorio de su curador Mario Castrillo en el que destacó la trayectoria de los dieciocho artistas incluidos y sus propuestas actuales en los terrenos del dibujo y la ilustración, incluyendo la caricatura y el cómic, la muestra quedó inaugurada y abierta al público. Los artistas participantes en esta amplia y bien lograda exhibición son: Gabriel Granadino, Gonzalo Vásquez, Víctor Hugo Rivas, Juan Carlos Lazo Tablas, Rolando Monterrosa, RUZ, el maestro Antonio García Ponce como referente nacional del dibujo, Mauro Arias, Oscar Kein, Sandra Pérez, Vladimir Renderos, Juan Carlos Recinos, Eduardo Marticorena, Edwin Ayala, Luis Castillo, Otto Hernández, Chino Ruano y Omar Rivera. Dieciocho en total los artistas que, podemos afirmarlo categóricamente, demuestran óptima habilidad, calidad y dominio de esta técnica, y son todos poseedores de un imaginario temático rico en matices.

Hace un par de años atrás expresaba mi desaliento en uno de mis escritos sobre arte salvadoreño, al no observar en el horizonte artístico salvadoreño de este nuevo siglo, jóvenes artistas interesados en el dibujo como medio de expresión por excelencia. Por ese entonces no destacaban muchos artistas emergentes en el ámbito del dibujo, había algunos aquí y allá, pero sobretodo brillaban por su ausencia en la esfera artística nacional, dominada ésta últimamente por obras de carácter conceptual donde el dibujo poco o nada figura. Al menos esa era mi percepción en aquel momento, una ausencia que se tornaba más conspicua al tomar en cuenta que en El Salvador el dibujo ha sido tradicionalmente el género más cultivado y con el cual muchos artistas salvadoreños han alcanzado altos reconocimientos en las artes plásticas.

Pero esta percepción ha sido desvanecida en gran parte gracias a la atinada propuesta del curador Mario Castrillo, quien para esta muestra ha hecho una amplia y matizada selección de trabajos de estos artistas emergentes, quienes mantienen vigente y con gran calidad la práctica del dibujo y la ilustración en El Salvador, y eso es motivo para celebrar. 

A propósito de la muestra, el despliegue de las más de 50 obras ha sido muy acertado si tomamos en cuenta que se trata de dieciocho artistas, y si bien es cierto el espacio de la pinacoteca es suficientemente amplio para acoger un buen número de obras, en conjunto la organización de las obras proyecta sobriedad y esmero, salvándose de caer en el exceso y el desorden.

Si nos acercamos a las obras con curiosidad y dejamos de lado las expectativas fáciles, nos damos cuenta inmediatamente de que más allá de la temática asignada, estos artistas están produciendo obras ambiciosas, técnicamente rigurosas y sorprendentes, que se comparan en calidad a las de cualquier artista de generaciones anteriores. Es decir, la técnica del dibujo entre los artistas salvadoreños ostenta buena salud en el presente, y estos hacedores lo demuestran con trabajos finos, lúdicos, algunos irreverentes cargados de humor negro, otros que denotan mucho respeto y amor en su contexto temático de leyendas. Y por supuesto, como una referencia subliminal del dibujo nacional, un exquisito dibujo del maestro Antonio García Ponce que se destaca en el centro de la muestra a manera de recordatorio de los magníficos artistas que han precedido en el oficio a los actuales.

De algunos de los artistas ya conocía su obra por haberla admirado en exhibiciones anteriores, y de otros por poseer una significativa andadura en el ámbito de la pintura nacional, como los casos de Edwin Ayala, Juan Carlos Lazo Tablas, RUZ, Otto Hernández y Rolando Monterrosa, este último un joven artista que va revelándose como un dibujante formal y virtuoso con una propuesta altamente original de gran calidad. Lo mismo puede aplicarse a los otros mencionados, quienes también destacan en varias otras técnicas como el collage, el óleo, la caricatura y el arte pop como es el caso de Lazo Tablas con sus estilizadas y esperpénticas figuras futurísticas y primitivas emparentadas con el cómic.

Por otro lado, sorprende la rigurosa factura de las obras de Sandra Pérez (curiosamente la única mujer en la muestra) y de Juan Carlos Recinos; se trata de dibujos intrincados y finísimos, una especie de filigrana visual conformada de detalles muy bien logrados que, en el caso de Recinos pueden apreciarse en el retrato de un indígena mitológico, dibujo de gran exquisitez y solvencia en su ejecución.

Destacan en toda la muestra una gama de personajes de las tradiciones y leyendas del imaginario salvadoreño presentados por la individualidad, habilidad y visión de estos artistas; en ella encontramos interpretaciones preciosistas y esperpénticas de la Siguanaba, el Cipitío, cadejos en diferentes versiones, máscaras religiosas y toda una parafernalia de joyas y objetos indígenas, religiosos y militares, productos de la imaginación de estos talentosos dibujantes.

Resultaría difícil hacer aquí un reporte pormenorizado de la obra de cada uno de los artistas incluidos en la muestra, debido a constreñimientos de espacio. Pero considero que bastaría con afirmar que se trata de una excepcional y necesaria exhibición de arte salvadoreño que ha logrado los objetivos que se propuso: explorar los territorios creativos de un grupo de talentosos artistas emergentes salvadoreños, y de ofrecernos un reporte visual del estado actual del dibujo y la ilustración en El Salvador. Ambos logrados con éxito en esta muestra. Ahora es cuestión que el público lo constate visitándola.


ARMANDO MOLINA
San Salvador, El Salvador

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Publicado en el Suplemento Cultural Tres Mil (21-10-2017). Si quieres leer el enlace original (pág. 20), aquí

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