Todos por la paz

Marchas en los Estados Unidos contra la guerra en Irak, Febrero 2003 / Foto de archivo.

Marchas por la paz como las ocurridas el pasado fin de semana en San Francisco y en varias ciudades importantes del mundo civilizado, vienen a corroborar de manera contundente la impopularidad de esta nueva muestra de agresividad estadounidense que es la inminente guerra contra Irak.

Sin embargo, la actitud y conducta de los administradores actuales de la política de los Estados Unidos ha sido una de indiferencia y arrogancia hacia su propio pueblo y, en mayor medida aún, hacia la comunidad internacional y su máxima institución, las Naciones Unidas.

Al seno del organismo internacional y su Consejo de Seguridad son pocos los países alineados con los Estados Unidos en su deseo de hacer uso de las armas. Entre ellos figuran Gran Bretaña, eterno aliado, cuyos ciudadanos se oponen a las acciones bélicas en un alto porcentaje: 9 de cada 10; y Australia y España.

Esta última por cierto, ha mostrado una interesada e hipócrita aquiescencia hacia la posible agresión, quizá con el mezquino propósito de ejercer mayor protagonismo en los asuntos de la Unión Europea donde se ha visto relegada a un papel opaco y segundón. De ahí también la familiar postura de algunos gobiernos epígonos en América Latina, cuyas actitudes serviles son usadas en la justificación de la guerra. Por su parte, los gobiernos más renuentes al uso de las armas han sido Francia y Alemania, quienes desde un principio han presionado por una salida diplomática al conflicto.

Es necesario afirmar entonces que no es el pueblo de los Estados Unidos el que se manifiesta en posturas guerreras hacia otros países. El pueblo norteamericano se caracteriza por ser un pueblo sensato, trabajador y justo, solidario hacia causas sociales nobles como el combate a la pobreza y la opresión en el mundo. Y esto no hay que obviarlo. Es por eso que las marchas por la paz como las del pasado fin de semana cobran mayor relevancia dentro de ese contexto humano: la solidaridad y la esperanza tomadas de la mano.

Activistas, ciudadanos, artistas, intelectuales, soldados veteranos, sacerdotes de todos los credos, amas de casa, ancianos y niños, es decir tanto el ciudadano de a pie como el de torre de marfil se ha visto en la obligación de hacer manifiesto su repudio a las acciones bélicas del gobierno actual, debido a que ésta nueva guerra es una de intereses puramente económicos.

Masivas protestas en las ciudades más importantes de Estados Unidos / Foto: Internet.

A pesar de toda esta viva muestra de repudio hacia la guerra, la respuesta del señor Bush fue la de agradecer cínicamente el gesto pacifista, pero trivializándolo de paso al comentar que ni los buenos deseos de los ciudadanos del mundo podrán contener el poderío militar, financiero y económico de los Estados Unidos. A estas alturas, la guerra se perfila como un hecho inevitable.

Hay que decirlo claramente: los agresores son la administración actual del señor Bush, en contubernio evidente con la poderosa comunidad financiera norteamericana y su viejo pretexto de defender “sus intereses“ en zonas estratégicas del mundo. En el caso de Irak, el objetivo es controlar las mayores reservas de petróleo del planeta existentes en ese país que constituyen el 40% de la actual producción mundial.

Este objetivo estratégico, sin embargo, es negado vehementemente por los personeros de la actual administración quienes insisten, al unísono con su líder, que el objetivo es desarmar a Saddam Hussein y evitar la desestabilización de la región. ¿Pero no es acaso la inminente agresión a la soberanía de Irak por parte de los Estados Unidos un agente desestabilizador en la zona? ¿Qué nos hace pensar que el pueblo iraquí espera a los liberadores americanos con cánticos, vivas y rosas, como quiere hacernos creer el señor Colin Powell? ¿Es viable para los Estados Unidos una guerra prolongada en esa zona del mundo? Y en última instancia: ¿quiénes pondrán los muertos?

Hasta la fecha no han habido respuestas convincentes. Tampoco se han encontrado armas de destrucción masiva, ni planes para construir tales armas. Es decir, no existen razones lógicas ni valederas para ir a la guerra. Pero ésta asoma ya su obscena mueca, y una vez más el mundo entero tiembla de desesperanza.

Las preguntas que a menudo se escuchan en la calle estos aciagos días quedan sin respuestas lógicas, puesto que éstas no existen. Si el temor es a los países gamberros (como se les viene llamando a aquellas naciones que no acatan los deseos de Washington), ¿por qué Irak y no Corea del Norte? Sabemos que estos últimos poseen armas de destrucción masiva; nos lo han dicho ellos mismos. ¿O por qué no atacar Irán? ¿Por qué decidir atacar hoy a Irak, de repente, después de doce años sin hacer nada al respecto? ¿En qué consiste la lógica tras la decisión de hacerlo precisamente ahora? Se nos dice hasta el hartazgo en los medios tradicionales a través de “sound bites“ y esloganes, que esta es una guerra para “defender la libertad de América y su seguridad“.¿Es que atenta Irak contra el inmenso poderío militar de los Estados Unidos, contra la libertad de sus ciudadanos? ¿Es esto militarmente plausible? ¿En qué consiste la tal “libertad“; acaso la libertad de ir de “shopping“ los fines de semana? En el Congreso se aprueban apresuradas resoluciones para darle mayor autoridad a la policía en “su heroica lucha contra el terrorismo“ en territorio nacional, pero la aplicación de estas leyes podría representar la cárcel, desaparición o muerte para sus propios ciudadanos. Y esto ocurre mientras escribo. ¿Es esa la libertad que defiende Mr. Bush?

Estados Unidos es el país más poderoso del planeta. Ello es indiscutible... por ahora. Pero ahí está China a la espera de darle el zarpazo final a Taiwán. Paquistán y la India se amenazan constantemente con armas nucleares y despliegues de ejércitos, mientras sus pueblos mueren de hambre. Indonesia aún no termina de aceptar la pérdida de Timor del Este, y Corea del Norte no cesa con sus histriónicos berrinches y amenazas, que de ser llevadas a la realidad significaría la muerte para millones de personas en cuestión de minutos. Sí, es un mundo peligroso el nuestro.

La verdad es que siempre lo ha sido. Pero también ha sido un mundo de esperanza, de sueños de amor y solidaridad entre sus ciudadanos. Y eso fue lo que se manifestó el pasado fin de semana en casi todo el mundo.

El estadounidense es un pueblo civilizado, gentil, amante de la libertad y la justicia; no es y nunca ha sido un pueblo perfecto. Quien afirme lo contrario se equivoca del todo. Muchos apreciamos a este país a veces más que el propio, pues sólo aquí hemos encontrado esa justicia y libertad que tanto pregonan nuestros demagogos criollos en nuestros oprimidos pueblos. Libertad para vivir en paz, con justicia verdadera; libertad para trabajar con dignidad y no para aprovecharse del trabajo de los demás o de sus posesiones. De modo pues, que las acciones del señor Bush y sus administradores poco tienen que ver con los verdaderos deseos de sus ciudadanos, que son la paz y el respeto a la soberanía de otros pueblos.

No nos equivoquemos, Saddam Hussein es un brutal tirano. Y como tal debe ser tratado. Pero su país es Irak y no los Estados Unidos. Y es a su pueblo al que tiene que rendir cuentas. Esta inminente guerra contra Irak es sencillamente una guerra de intereses. Y estar del lado de ella es simplemente inmoral.


ARMANDO MOLINA
San Francisco, California, marzo 19 de 2003


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