El sonido de la Tierra: Jorge Molina, músico
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El músico Jorge Molina en acción en La Misión de San Francisco, evocando los sonidos ancestrales del planeta Tierra / FOTO: Cortesía del artista |
El sonido de la Tierra°
Jorge Molina ▪︎ músico
Comencemos por donde se debe:
Nací en Lima, pero me crie en Puerto del Callao (Perú). Desde temprana edad me gustó la música, y el piano era el instrumento de mi preferencia.
En la escuela se enseñaba poco de música en esos tiempos, aunque hubo episodios de donde nacieron los milagros musicales. En el vecindario teníamos unos cuantos buenos músicos, pero era imposible vivir de la música.
Llegué a San Francisco (California) allá por el año de 1965. Se sentía entonces la onda del cambio; había experimentos a todo nivel y comenzaban las aventuras con todos sus rollos. Me puse a trabajar y formé parte de algunos grupos marginales de músicos que buscaban la alternativa a lo que se dictaba por esos tiempos (psychedelic rock, etc.). Esto me pone en contacto con La Natura y sus sonidos muy especiales. A través de los filtros de conciencia interpreto lo sentido, descubriendo entonces el contrato ancestral.
Sé que es imposible expresar con la letra los sentimientos que surgen en esos momentos de magia. Podríamos explicarlo todo con la ciencia: frecuencias, vibraciones de moléculas, el hipotálamo, la médula oblongata y todos esos elementos que nos hacen humanos; pero eso sólo viene a demostrar un aspecto de estos fenómenos. La otra parte, es la que mis hermanos nativo-americanos llaman «The journey». Desde hace diez años estoy trabajando con sonidos que provocan un estado de trance, una sensación de lo espiritual que me pone en contacto con la simpleza del principio de la vida.
Lo básico es explorar las otras dimensiones sonoras que existen dentro del marco de la música de trance, donde en realidad no existen los reglamentos de las escuelas Eurocéntricas.
En uno de esos accidentes de exploración me encontré en un ambiente muy familiar, como si de una manera muy simple, hice contacto con una fuerza ancestral. Yo siento que los años de preparación me han dado la oportunidad de estudiar las otras alternativas.
Nací en Lima, pero me crie en Puerto del Callao (Perú). Desde temprana edad me gustó la música, y el piano era el instrumento de mi preferencia.
En la escuela se enseñaba poco de música en esos tiempos, aunque hubo episodios de donde nacieron los milagros musicales. En el vecindario teníamos unos cuantos buenos músicos, pero era imposible vivir de la música.
Llegué a San Francisco (California) allá por el año de 1965. Se sentía entonces la onda del cambio; había experimentos a todo nivel y comenzaban las aventuras con todos sus rollos. Me puse a trabajar y formé parte de algunos grupos marginales de músicos que buscaban la alternativa a lo que se dictaba por esos tiempos (psychedelic rock, etc.). Esto me pone en contacto con La Natura y sus sonidos muy especiales. A través de los filtros de conciencia interpreto lo sentido, descubriendo entonces el contrato ancestral.
Sé que es imposible expresar con la letra los sentimientos que surgen en esos momentos de magia. Podríamos explicarlo todo con la ciencia: frecuencias, vibraciones de moléculas, el hipotálamo, la médula oblongata y todos esos elementos que nos hacen humanos; pero eso sólo viene a demostrar un aspecto de estos fenómenos. La otra parte, es la que mis hermanos nativo-americanos llaman «The journey». Desde hace diez años estoy trabajando con sonidos que provocan un estado de trance, una sensación de lo espiritual que me pone en contacto con la simpleza del principio de la vida.
Lo básico es explorar las otras dimensiones sonoras que existen dentro del marco de la música de trance, donde en realidad no existen los reglamentos de las escuelas Eurocéntricas.
En uno de esos accidentes de exploración me encontré en un ambiente muy familiar, como si de una manera muy simple, hice contacto con una fuerza ancestral. Yo siento que los años de preparación me han dado la oportunidad de estudiar las otras alternativas.
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No quiero que todo esto se convierta solamente en una acumulación de conocimientos; ahora lo más importante es sentir las sensaciones de transformación que ocurren en el momento del trance. Las frecuencias armónicas se han convertido en la llave que abre la conciencia a esos campos desconocidos. Todo esto se relaciona a las experiencias que hemos sentido a través de nuestra historia. Tíbet y Tuva son puntos de partida. También se debe tomar en cuenta los cantos de ciertas culturas donde el trance es la manera como se comunican las gentes con lo espiritual.
El sonido de la voz humana siempre transmite lo más profundo del espíritu, de esa dirección viene el deseo de crear esos cánticos, que transportan al cantante y a la audiencia. Los chamanes de las tribus guían a sus gentes a través de rituales y cantos que han sido parte de su cultura por muchas generaciones. Mi curiosidad está basada en ese momento tan principal, donde lo humano se convierte en espiritual. No religioso, pero sí en contacto con la fuerza creativa que nos mueve.
Con la ayuda de ciertos instrumentos: el berimbao, los cristales, los tambores, etc., trabajo con elementos de las micro armonías que ocurren en la música como resultado de la combinación de las propiedades acústicas, la física del sonido y el estado de ánimo. No estoy solo en este campo de exploración, hay muchos que lo practican a muchos niveles. No quiero hacer reclamos de exclusividad, pero quiero enfatizar mi rol en el proceso. Esto requiere de cierta humildad, mucha fuerza interna y cariño a lo que hago. Mi curiosidad me mantiene en contacto con el espíritu de la música y a medida que voy aprendiendo, siento que es muy importante dejar que ese espíritu sea el guía principal en ese proceso de crearla.
El sonido de la voz humana siempre transmite lo más profundo del espíritu, de esa dirección viene el deseo de crear esos cánticos, que transportan al cantante y a la audiencia. Los chamanes de las tribus guían a sus gentes a través de rituales y cantos que han sido parte de su cultura por muchas generaciones. Mi curiosidad está basada en ese momento tan principal, donde lo humano se convierte en espiritual. No religioso, pero sí en contacto con la fuerza creativa que nos mueve.
Con la ayuda de ciertos instrumentos: el berimbao, los cristales, los tambores, etc., trabajo con elementos de las micro armonías que ocurren en la música como resultado de la combinación de las propiedades acústicas, la física del sonido y el estado de ánimo. No estoy solo en este campo de exploración, hay muchos que lo practican a muchos niveles. No quiero hacer reclamos de exclusividad, pero quiero enfatizar mi rol en el proceso. Esto requiere de cierta humildad, mucha fuerza interna y cariño a lo que hago. Mi curiosidad me mantiene en contacto con el espíritu de la música y a medida que voy aprendiendo, siento que es muy importante dejar que ese espíritu sea el guía principal en ese proceso de crearla.
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El músico Jorge Molina y sus sonidos de La Natura / FOTO: Jim Russell (USA) |
Los sonidos están relacionados a una etnia muy amplia: Tíbet, Tuva (en el Asia Central), África, y ciertas tribus amazónicas. En ellos varios elementos de diversas culturas pueden ser organizadas de una manera muy consciente, como piezas musicales que algunas veces resultan líricas. Todo esto con las contribuciones ancestrales.
Lo principal de todo este proceso es la apertura del alma a los mensajes que llegan en el momento de las visiones. Tenemos que tomar en cuenta que todo lo que se me ocurre musicalmente viene de las exploraciones, los experimentos, sin seguir una pauta, casi sin dirección. A ciertos momentos de incertitud creativa, agrego los momentos fértiles que dan gozo, que me mantienen en estado de euforia, sin pretensiones y siempre al filo. El impulso o urgencia primordial es saber que con la ayuda de estos sonidos se pueden sanar los males que aquejan a la humanidad.
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